Sin
destino
Sin destino fue la primera novela escrita por Kertész, durante un largo proceso de escritura que abarcó quince años. Comenzada a comienzos de los 60, no se editó en Hungría hasta 1975, con el autor ya entrado en los cuarenta. No sería hasta su segunda edición en 1985, cuando empezaría a reconocerse su logro. Finalmente, a partir de los 90, es aclamada por toda Europa como una de las grandes novelas del siglo XX, lo que terminaría valiéndole la concesión del Nobel de literatura en el 2002.
Argumento
Historia del
año y medio de la vida de un adolescente en diversos campos de concentración
nazis (experiencia que el autor vivió en propia carne).
CONTEXTO: LA SHOÁ EN HUNGRÍA
La existencia de judíos en el territorio de la actual Hungría se remonta a la época de los romanos, cuando la región formaba parte de la Dacia latina. Su historia posterior hasta el siglo XIX es muy parecida a la de otras partes de Europa: breves periodos de tolerancia y prosperidad, seguidos de otros más prolongados y frecuentes, caracterizados por persecuciones, pogromos y expulsiones.
Francisco José I de Austria |
A
comienzos del siglo
XX, los judíos representaban el 5% de la población húngara
(911.000), y en Budapest llegaban al 23%, con unos 230.000.
Al contrario que en Polonia, por ejemplo, donde sólo una minoría de judíos manejaba el polaco como lengua materna, en Hungría la mayoría de los judíos que se consideraban patriotas y nacionalistas tenían el húngaro como primera lengua, y sólo una minoría utilizaba el yiddish.
Al contrario que en Polonia, por ejemplo, donde sólo una minoría de judíos manejaba el polaco como lengua materna, en Hungría la mayoría de los judíos que se consideraban patriotas y nacionalistas tenían el húngaro como primera lengua, y sólo una minoría utilizaba el yiddish.
Esta situación de prosperidad se truncaría desde el
final de la Primera Guerra Mundial con la desaparición del imperio
austrohúngaro, en que Hungría perdería dos tercios de su territorio y un tercio
de la población de hablantes húngaros, que pasó a formar parte de otros países
fronterizos, como Checoslovaquia y Rumanía.
Durante unos
meses se formó un gobierno revolucionario comunista integrado en buena parte
por judíos. Fue derribado por un golpe de
derecha, que inició una brutal represión conocida como «Terror blanco”
(1919-1921). El «Terror blanco» tuvo un fuerte componente antisemita, ya que al
antisemitismo tradicional vino a unirse el odio al comunismo que los fascistas
y nacionalistas asociaban a los judíos. Muchas de las víctimas del terror
blanco fueron judías.
El nuevo gobierno dictatorial, producto del golpe de estado de 1920, estaba al mando del Almirante Miklós Horthy, que se declaraba antisemita, y gobernaría dictatorialmente Hungría durante los siguientes 24 años. Nada más acceder al poder, el gobierno dictó una ley de «Numerus Clausus», primera ley antisemita de Europa. Al mismo tiempo, el resentimiento nacionalista, producto de las pérdidas territoriales, provocó el auge de movimientos fascistas como el Partido Nacionalsocialista húngaro o el de la Cruz Flechada. Aun con todas estas limitaciones, los judíos constituían la principal fuerza económica del país, junto con los grandes señores feudales.
Miklós Horthy |
En 1938 y 1939, el régimen de Horthy promulga nuevas
leyes antisemitas, estableciendo cuotas en actividades comerciales y
profesiones y prohibiendo el acceso a otras áreas a todos los judíos (la
función pública, todo lo relacionado con la agricultura y la ganadería). Muchos de ellos no sólo perdieron el trabajo sino
también el derecho de voto. Una tercera ley antisemita de 1941 prohibía el
matrimonio interracial y penalizaba las relaciones sexuales entre arios y
judíos. De igual modo, se promulgó una ley que por primera vez definía al judío
en términos de raza y no de religión. En
el censo de 1941, un 6,2% (846.000) de
la población total era
considerada judía. Con las conquistas territoriales de
abril de 1941, este número se incrementaría hasta 861.000 judíos.
La Segunda Guerra Mundial y la Shoá en Hungría
Durante la Segunda Guerra Mundial, Hungría se convierte en aliada de la Alemania nazi, junto a la que combatirá en el frente ruso y también en Serbia.
Una primera ley de reclutamiento forzoso para los varones judíos en edad militar sería promulgada en 1939, pero no sería sino hasta la entrada efectiva de Hungría en la guerra, en 1942, cuando tomaría impulso, ampliándose progresivamente hasta llegar a incluir en 1944 a los varones de sesenta años. Los reclutados se encuadraban en batallones de trabajo, al mando de oficiales húngaros, y el trato y las condiciones brutales diezmaron rápidamente su número. El 80% de los destinados al frente ruso nunca retornó.
Antes de las
grandes deportaciones de 1944, hubo matanzas aisladas en 1941 y 1942 (de los
judíos deportados desde los Cárpatos ucranianos y de los judíos yugoslavos),
pero en general, la húngara era la única comunidad judía que quedaba intacta en
1944, con 750.000 judíos.
Hasta 1944, el gobierno húngaro se había negado a tomar las medidas contundentes que exigían los alemanes (exclusión completa de la vida económica, marcado con la estrella y deportación al Este).
Hasta 1944, el gobierno húngaro se había negado a tomar las medidas contundentes que exigían los alemanes (exclusión completa de la vida económica, marcado con la estrella y deportación al Este).
Pero ese año
y viendo próxima la derrota del Eje, el gobierno húngaro trata de romper su alianza
con Alemania, a lo que ésta responde invadiendo Hungría en marzo de 1944, lo cual
supondrá la señal de partida para que comience la persecución y exterminio sistemáticos.
Tras el cambio de gobierno y la invasión de asesores alemanes en marzo de 1944, las medidas legislativas antijudías se extremaron. Se creó un Judenrat, se expulsó a los judíos de casi todas las profesiones, se confiscaron todos los comercios y cuentas bancarias, y por último todo tipo de bienes y propiedades. Se les aplicó un duro racionamiento de productos.
Se promulgó la obligatoriedad de la estrella y se les restringió la libertad de viajes y movimientos, incluyendo un toque de queda. Como conclusión de todas estas medidas, se les confinó en zonas y guetos asignados.
La separación con la sociedad cristiana fue
entonces total. Todas estas medidas se sucedieron en el plazo de pocas semanas.
En Budapest,
los judíos fueron concentrados en casas de pisos cerca de fábricas y otros
objetivos de bombardeos, para servir como escudos humanos. La capital húngara contaba
en esa época con 1.000.000 de habitantes y unos 200.000 judíos.
Desde
finales de abril comenzaron las deportaciones a Auschwitz de judíos de zonas
fronterizas. En el plan diseñado por las
SS, se dejaba a Budapest para el final.
Para
entonces, las principales líderes políticos y religiosos locales y, muy pronto,
los países aliados, estaban al tanto del destino que aguardaba a los deportados
a Auschwitz. El Consejo Judío, el comité de rescate sionista, los jefes de la
iglesia católica en Hungría, y los de las iglesias calvinista y luterana...
todos guardaron silencio sobre el destino de los deportados y se convirtieron,
con su mutismo, en cómplices de la matanza. El nuncio papal, Angelo Rotta, fue uno de los
pocos que protestó y se movilizó contra estas medidas. No así la Iglesia
católica húngara.
El tren Kastner
Las
actuaciones del Consejo Judío ante las deportaciones fueron tibias y lentas. Los
intentos de rescate provinieron más bien del Comité de ayuda y rescate, formado
por sionistas húngaros, (entre los que se hallaba el tristemente célebre Rudolf
Kastner).
Se probaron tres planes diferentes de rescate, de los cuales los dos primeros fracasaron.
El tercer
plan, el único que funcionó parcialmente, fue el de emprender negociaciones secretas
con los propios nazis y tratar de sobornarles. Rudolf Kastner fue el encargado
de todas estas negociaciones, en las que tuvo como interlocutor al propio
Eichmann.
Kastner aceptó mantener tranquilas las
juderías, engañándoles sobre el destino real de la deportación y haciéndoles
creer que, en contra los insistentes rumores, no se dirigían a la muerte, sino
a campos de trabajo. A cambio de esta labor de pacificación, Eichmann dejaría
escapar a unos cientos de judíos seleccionados por el propio Kastner.
Éstos incluían
finalmente: ricos, élites sionistas y, por supuesto, sus propios familiares.
Al final fueron 1685 que iban a vivir. Su primera reacción fue seleccionar sólo niños. Isliceny, sin embargo, vetó este plan, basándose en que un transporte infantil no les pasaría a los húngaros.
A continuación,
los judíos procedieron a confeccionar una lista de diez categorías: judíos ortodoxos, sionistas, judíos
prominentes, huérfanos, refugiados, revisionistas, etc. Una categoría estaba formada por “personas
que pagan”.
El transporte partió, en el momento culminante de las deportaciones, hacia Bergen-Belsen. En el otoño de 1944, algunos de los judíos rescatados llegaron a Suiza.
El transporte partió, en el momento culminante de las deportaciones, hacia Bergen-Belsen. En el otoño de 1944, algunos de los judíos rescatados llegaron a Suiza.
La figura de Rudolf Kastner sigue siendo muy
controvertida. El propio Kastner, salvó
a la totalidad de sus parientes, incluyendo a su amante.
En mayo,
Eichmann ofrece un nuevo trato de rescate:
exige 10.000 camiones y otras mercancías a los aliados a cambio de la vida
de los judíos húngaros. Los Aliados rechazaron la negociación y no dieron ni el
más mínimo paso para tratar de rescatarlos de un destino conocido por todos de antemano.
En junio, el comité de rescate aprovechó la
necesidad de mano de obra, para presentar a Eichmann una nueva oferta: una
cantidad de dinero a cambio de enviar a trabajar a las fábricas de Viena, en lugar
de Auschwitz, a 30.000 judíos. El trato incluía nuevamente mantener el orden en
los campos de internamiento por el procedimiento de engañar sobre su destino a
sus moradores. Unos 18.000 fueron enviados, librándose de las cámaras de gas, aunque
no de las terribles condiciones de los campos.
El final de las deportaciones
A finales de
junio de 1944, los judíos de fuera de Budapest habían sido prácticamente
exterminados. En menos de dos meses de mediados de mayo a comienzos de julio)
se deportaron 437.000 judíos, de los cuales un 90% fueron gaseados de inmediato
(Un tercio del total de los asesinados en Auschwitz fueron húngaros).
Faltaban los 200.000 judíos de Budapest. El regente Horthy logra detener en julio su deportación, debido ante todo a las presiones y a las amenazas de represalias contra los dirigentes húngaros al finalizar la guerra.
Aprovechando
el desconcierto alemán ante el avance de los rusos, el regente húngaro nombró
un nuevo gobierno menos colaborador. A comienzos de octubre, el ejército Rojo
entra en Hungría. El 14 de octubre, una división de tanques nazis invade Hungría.
La suerte de los judíos empeoró rápidamente. Miles de judíos de Budapest (27.000) fueron
enviados a pie (no funcionaban las redes ferroviarias) a las fábricas de armas
de Austria como mano de obra forzosa.
Una gran parte de ellos perecería por las terribles condiciones de trabajo y las marchas de la muerte del fin de la guerra. En Budapest aún quedaban unos 120.000 judíos, que fueron confinados en un gueto a partir del 29 de noviembre.
Una gran parte de ellos perecería por las terribles condiciones de trabajo y las marchas de la muerte del fin de la guerra. En Budapest aún quedaban unos 120.000 judíos, que fueron confinados en un gueto a partir del 29 de noviembre.
Las ejecuciones
en masa y los asesinatos indiscriminados por parte de (Nyilas) eran continuos. Entre
noviembre de 1944 y febrero de 1945, asesinaron de 10.000 a 15.000 judíos a orillas
del Danubio. Durante aquel infernal trimestre de gobierno criminal de los
Cruces Flechadas, unos pocos diplomáticos de países neutrales: Suecia, Suiza,
Portugal, se distinguieron especialmente en el salvamento de judíos. Uno de ellos
fue el encargado de la legación española, Ángel Sanz Briz y el comerciante
italiano Giorgio Perlasca, que ocupó oficiosamente su puesto.
Entre ambos salvaron la vida de miles de judíos húngaros por el procedimiento de otorgarles pasaportes. Ambos fueron nombrados “Justos entre las naciones” por el estado de Israel.
Entre ambos salvaron la vida de miles de judíos húngaros por el procedimiento de otorgarles pasaportes. Ambos fueron nombrados “Justos entre las naciones” por el estado de Israel.
Los soviéticos completaron el
cerco de Budapest el 29 de
diciembre de 1944. Las cifras de víctimas húngaras de la Shoá oscilan según las
fuentes. Para los supervivientes se sitúan entre un 25 y un 30% (200.000/255.000).
En cuanto a las víctimas, el número varía, según las
estimaciones, de 450.000 a 600.000 para los judíos, y alrededor de 28.000
gitanos húngaros.
En la actualidad viven en Hungría unos 120.000 judíos,
de los cuales la mayoría (110.000) en Budapest.
Sólo 11.000 de ellos se identifican, sin embargo, como judíos religiosos. El índice de matrimonios interraciales alcanza
el 60%. La sinagoga de Budapest de la
calle Dohány es la segunda mayor del mundo, después de la sinagoga Emanu-el de
Nueva York.
El antisemitismo y el racismo contra los gitanos (“Roma” se ha disparado de forma galopante desde el fin del comunismo. Un fuerte partido de extrema derecha, Jobbik, muy próximo ideológicamente a los antiguos Cruces flechadas, alcanzó el 16,7 % de los votos en las últimas elecciones de 2010, y causa escándalo y preocupación en Europa y en la comunidad judía por sus proclamas antisemitas.
Las declaraciones
y gestos antisemitas se han
repetido desde entonces, en especial los homenajes a notorias figuras fascistas y
antisemitas del pasado
reciente: Miklós Horthy (dictador
antisemita), el escritor y criminal
de guerra Albert Wass;
el escritor fascista Joszif Nyiró,
miembro de la Cruz Flechada; Pal
Teleki, primer ministro
de 1939-1941, promulgador
de algunas de
las leyes más antisemitas; el gobierno de Viktor Orbán dejó de pagar la escasa
indemnización a los supervivientes del Holocausto; un diputado de Jobbik pidió
en el parlamento elaborar listas de judíos, etc.
KERTÉSZ Y LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO
La estilización del Holocausto. Kertész ha mencionado alguna vez la paradoja en que se mueve el escritor del Holocausto (y, en general, cualquier artista trágico o dramático): debe por una parte horrorizar, pero por otra complacer y agradar.
Al margen de este problema «técnico», existe un problema de fondo mucho más grave, que, según Kertész, afecta al reciente tratamiento del Holocausto tanto en cine como en literatura. Se trataría de lo que él denomina «estilización» y otros prefieren llamar «banalización» de la Shoá, que se ha extendido de manera paralela a la importancia de Auschwitz en nuestra cultura.
Escena de "La vida es Bella" |
Curiosamente
otro de los
productos más criticados
de esta banalización del Holocausto, la película “La vida es
bella”, le merece los más altos elogios.
A esto cabría argüir, que reintroducir
el humor en Auschwitz, de donde precisamente se había desterrado todo
humor, salvo el sádico de los SS, es falsearlo de manera radical, porque se lo
hace más soportable de lo que nunca fue. El humor «humaniza», como ha reprochado
justamente el propio Kertész en otras obras.
El autor de “Sin destino” ha reiterado en múltiples ocasiones su idea de que Auschwitz no es un tema más de nuestra cultura, sino el tema central de la historia contemporánea, donde se pone de manifiesto de forma descarnada el fracaso de nuestra civilización cristiana y humanista.
Nuestro antisemitismo
no es el antiguo. Kertész ha insistido en diversos textos en que el
viejo concepto de antisemitismo no nos sirve para explicar Auschwitz. El Holocausto no es algo inexplicable, sino
una evolución de formas de poder y autoridad que, sin embargo, introduce un
elemento inédito en la historia. Hannah Arendt, con su visión planetaria del
totalitarismo, no restringido a la Alemania nazi, y su encarnación práctica en
la figura del asesino banal, del malvado burocrático, estaría muy próxima sus
planteamientos. Acaso también Nietzsche,
con su visión de la uniformidad cultural como síntoma máximo de decadencia y
expresión política del resentimiento de las masas.
Para
Kertész, el Holocausto no es un tema del pasado, sino del presente y, sobre
todo, del futuro. Porque es evidente que, si en un momento histórico, la
civilización europea consideró compatible con su tradición una sociedad basada
en el crimen, tal cosa podría volver a suceder. Por primera vez en la historia
occidental, una gran parte de una nación europea de las más civilizadas, con el
respaldo de grandes masas de población en otros países del continente,
consideró legítimo asesinar como parte de un programa político y de futuro.
El asesinato de masas, el genocidio, se convirtió para un amplio espectro de la población en un valor tan aceptable y sensato como las normas de urbanidad o la probidad en los negocios. Por ello, el retorno del totalitarismo está siempre pendiente, en el sentido más literal: Ahí radica la actualidad acuciante de Auschwitz, en que no está desactivado, en que sigue latente, amenazando con regresar bajo nuevas formas.
Kertész arremete contra aquellos que pretenden
«expulsar» Auschwitz de nuestra tradición como un parásito extraño, monstruoso
e inefable. El Holocausto, argumenta por
el contrario Kertész, es un producto de la civilización europea, tan nuestro
como pueda serlo el estado del bienestar o el ocio de masas.
Inmigrantes guerra de Siria |
El antisemitismo, advierte Kertész, no tiene contenido ideológico; no es más que el aglutinador del miedo y los rencores del hombre de la masa una forma de patetismo moderno, siguiendo en esta explicación a Sartre. Lo cual no quita que esté resurgiendo en todo el planeta.
La larga sombra de Auschwitz
Campos de refugiados 2016 |
¿Cómo no responder a los reaccionarios de su país que le acusan de no ser un autor húngaro? El primer premio Nobel de literatura que ha dado Hungría reivindica orgulloso su herencia de literato judío centroeuropeo, más allá de cualquier localismo.
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