15 ene 2017

Sin destino. Parte II



Sin destino



Sin destino fue la primera novela escrita por Kertész, durante un largo proceso de escritura que abarcó quince años. Comenzada a comienzos de los 60, no se editó en Hungría hasta 1975, con el autor ya entrado en los cuarenta. No sería hasta su segunda edición en 1985, cuando empezaría a reconocerse su logro. Finalmente, a partir de los 90, es aclamada por toda Europa como una de las grandes novelas del siglo XX, lo que terminaría valiéndole la concesión del Nobel de literatura en el 2002.

Argumento

Historia del año y medio de la vida de un adolescente en diversos campos de concentración nazis (experiencia que el autor vivió en propia carne).

CONTEXTO: LA SHOÁ EN HUNGRÍA



Los judíos en Hungría hasta la Segunda Guerra Mundial 

La existencia de judíos en el territorio de la actual Hungría se remonta a la época de los romanos, cuando la región formaba parte de la Dacia latina.  Su historia posterior hasta el siglo XIX es muy parecida a la de otras partes de Europa:  breves periodos de tolerancia    y    prosperidad, seguidos    de    otros    más    prolongados    y    frecuentes, caracterizados por persecuciones, pogromos y expulsiones.

Francisco José I de Austria
 Hasta    1849    no    acceden    a    la    primera emancipación, que, en cualquier caso, fue breve (dos semanas   y   duró   lo   que   la   revolución húngara   que   la   cobijaba).   La   represión   del imperio austriaco contra los judíos por haberse unido   a la revolución   fue   inmisericorde, y revocó   todos   sus   derechos. Sólo   bajo   el reinado de Francisco José, en 1867, pudieron conseguir, al fin, los judíos la largamente anhelada emancipación Desde entonces, se integraron   en   el   imperio   austro-húngaro, y conocieron un rápido desarrollo económico y social. 
A   comienzos   del   siglo   XX, los   judíos representaban el 5% de la población húngara (911.000), y en Budapest llegaban al 23%, con unos 230.000.




Al contrario que en Polonia, por ejemplo, donde sólo una minoría de judíos manejaba el polaco como lengua materna, en Hungría la mayoría de los judíos que se consideraban patriotas y nacionalistas tenían el húngaro como primera lengua, y sólo una minoría utilizaba el yiddish. 
Esta situación de prosperidad se truncaría desde el final de la Primera Guerra Mundial con la desaparición del imperio austrohúngaro, en que Hungría perdería dos tercios de su territorio y un tercio de la población de hablantes húngaros, que pasó a formar parte de otros países fronterizos, como Checoslovaquia y Rumanía.


 Durante unos meses se formó un gobierno revolucionario comunista integrado en buena parte por judíos.  Fue derribado por un golpe de derecha, que inició una brutal represión conocida como «Terror blanco” (1919-1921). El «Terror blanco» tuvo un fuerte componente antisemita, ya que al antisemitismo tradicional vino a unirse el odio al comunismo que los fascistas y nacionalistas asociaban a los judíos. Muchas de las víctimas del terror blanco fueron judías.



 El nuevo gobierno dictatorial, producto del golpe de estado de 1920, estaba al mando del Almirante   Miklós   Horthy, que   se   declaraba antisemita, y gobernaría dictatorialmente Hungría durante los siguientes 24 años. Nada más acceder al poder, el gobierno dictó una ley de «Numerus Clausus», primera ley antisemita de Europa. Al mismo tiempo, el resentimiento nacionalista, producto de las pérdidas territoriales, provocó el auge de movimientos fascistas como el Partido Nacionalsocialista húngaro o el de la Cruz Flechada. Aun   con   todas   estas   limitaciones, los   judíos   constituían   la   principal   fuerza económica del país, junto con los grandes señores feudales. 



Miklós Horthy

En 1938 y 1939, el régimen de Horthy promulga nuevas leyes antisemitas, estableciendo cuotas en actividades comerciales y profesiones y prohibiendo el acceso a otras áreas a todos los judíos (la función pública, todo lo relacionado con la agricultura y la ganadería).  Muchos de ellos no sólo perdieron el trabajo sino también el derecho de voto. Una tercera ley antisemita de 1941 prohibía el matrimonio interracial y penalizaba las relaciones sexuales entre arios y judíos. De igual modo, se promulgó una ley que por primera vez definía al judío en términos de raza   y no de religión. En el censo de 1941, un 6,2% (846.000)   de   la   población   total era   considerada   judía. Con las conquistas territoriales de abril de 1941, este número se incrementaría hasta 861.000 judíos.





La Segunda Guerra Mundial y la Shoá en Hungría

Durante   la   Segunda   Guerra Mundial, Hungría se convierte en aliada de la Alemania nazi, junto a la que combatirá en el frente ruso y también en Serbia. 


Una primera ley de reclutamiento forzoso para los varones judíos en edad militar sería promulgada en 1939, pero no sería sino hasta la entrada   efectiva   de   Hungría   en   la   guerra, en   1942, cuando   tomaría   impulso, ampliándose progresivamente hasta llegar a incluir en 1944 a los varones de sesenta años.  Los reclutados se encuadraban en batallones de trabajo, al mando de oficiales húngaros, y el trato y las condiciones brutales diezmaron rápidamente su número. El 80% de los destinados al frente ruso nunca retornó.
Antes de las grandes deportaciones de 1944, hubo matanzas aisladas en 1941 y 1942 (de los judíos deportados desde los Cárpatos ucranianos y de los judíos yugoslavos), pero en general, la húngara era la única comunidad judía que quedaba intacta en 1944, con 750.000 judíos.  






Hasta 1944, el gobierno    húngaro    se había   negado   a   tomar las medidas contundentes    que exigían    los    alemanes (exclusión completa de la vida económica, marcado con la estrella y deportación al Este).
Pero ese año y viendo próxima la derrota del Eje, el gobierno húngaro trata de romper su alianza con Alemania, a lo que ésta responde invadiendo Hungría en marzo de 1944, lo cual supondrá la señal de partida para que comience la persecución y exterminio sistemáticos.




Tras el cambio de gobierno y la invasión de asesores alemanes en marzo de 1944, las medidas legislativas antijudías se extremaron. Se creó un Judenrat, se expulsó a los judíos de casi todas las profesiones, se confiscaron todos los comercios y cuentas bancarias, y por último todo tipo de bienes y propiedades.  Se les aplicó un duro racionamiento de productos.






Se promulgó la obligatoriedad de la estrella y se les restringió la libertad de viajes y movimientos, incluyendo un toque de queda.  Como conclusión de todas estas medidas, se les confinó en zonas y guetos asignados.
 La separación con la sociedad cristiana fue entonces total. Todas estas medidas se sucedieron en el plazo de pocas semanas.
En Budapest, los judíos fueron concentrados en casas de pisos cerca de fábricas y otros objetivos de bombardeos, para servir como escudos humanos. La capital húngara contaba en esa época con 1.000.000 de habitantes y unos 200.000 judíos. 
Desde finales de abril comenzaron las deportaciones a Auschwitz de judíos de zonas fronterizas.  En el plan diseñado por las SS, se dejaba a Budapest para el final.




Para entonces, las principales líderes políticos y religiosos locales y, muy pronto, los países aliados, estaban al tanto del destino que aguardaba a los deportados a Auschwitz. El Consejo Judío, el comité de rescate sionista, los jefes de la iglesia católica en Hungría, y los de las iglesias calvinista y luterana... todos guardaron silencio sobre el destino de los deportados y se convirtieron, con su mutismo, en cómplices de la matanza.   El nuncio papal, Angelo Rotta, fue uno de los pocos que protestó y se movilizó contra estas medidas. No así la Iglesia católica húngara.



El tren Kastner

Las actuaciones del Consejo Judío ante las deportaciones fueron tibias y lentas. Los intentos de rescate provinieron más bien del Comité de ayuda y rescate, formado por sionistas húngaros, (entre los que se hallaba el tristemente célebre Rudolf Kastner).




Se probaron tres planes diferentes de rescate, de los cuales los dos primeros   fracasaron.
El tercer plan, el único que funcionó parcialmente, fue el de emprender negociaciones secretas con los propios nazis y tratar de sobornarles. Rudolf Kastner fue el encargado de todas estas negociaciones, en las que tuvo como interlocutor al propio Eichmann.
 Kastner aceptó mantener tranquilas las juderías, engañándoles sobre el destino real de la deportación y haciéndoles creer que, en contra los insistentes rumores, no se dirigían a la muerte, sino a campos de trabajo. A cambio de esta labor de pacificación, Eichmann dejaría escapar a unos cientos de judíos seleccionados por el propio Kastner.
Éstos incluían finalmente: ricos, élites sionistas y, por supuesto, sus propios familiares.



 
Al final fueron 1685 que iban a vivir. Su primera reacción fue seleccionar sólo niños.  Isliceny, sin embargo, vetó este plan, basándose en que un transporte infantil no les pasaría a los húngaros. 
A continuación, los judíos procedieron a confeccionar una lista de diez categorías:  judíos ortodoxos, sionistas, judíos prominentes, huérfanos, refugiados, revisionistas, etc.  Una categoría estaba formada por “personas que pagan”. 





El transporte partió, en el momento culminante de las deportaciones, hacia Bergen-Belsen.  En el otoño de 1944, algunos de los judíos rescatados llegaron a Suiza.
 La figura de Rudolf Kastner sigue siendo muy controvertida.  El propio Kastner, salvó a la totalidad de sus parientes, incluyendo a su amante.
En mayo, Eichmann ofrece un nuevo trato de rescate:  exige 10.000 camiones y otras mercancías a los aliados a cambio de la vida de los judíos húngaros. Los Aliados rechazaron la negociación y no dieron ni el más mínimo paso para tratar de rescatarlos de un destino conocido por todos de antemano.




 En junio, el comité de rescate aprovechó la necesidad de mano de obra, para presentar a Eichmann una nueva oferta: una cantidad de dinero a cambio de enviar a trabajar a las fábricas de Viena, en lugar de Auschwitz, a 30.000 judíos. El trato incluía nuevamente mantener el orden en los campos de internamiento por el procedimiento de engañar sobre su destino a sus moradores. Unos 18.000 fueron enviados, librándose de las cámaras de gas, aunque no de las terribles condiciones de los campos.





El final de las deportaciones

A finales de junio de 1944, los judíos de fuera de Budapest habían sido prácticamente exterminados. En menos de dos meses de mediados de mayo a comienzos de julio) se deportaron 437.000 judíos, de los cuales un 90% fueron gaseados de inmediato (Un tercio del total de los asesinados en Auschwitz fueron húngaros).   

  



Faltaban los 200.000 judíos de Budapest. El regente Horthy logra detener en julio su deportación, debido ante todo a las presiones y a las amenazas de represalias contra los dirigentes húngaros al finalizar la guerra.




Aprovechando el desconcierto alemán ante el avance de los rusos, el regente húngaro nombró un nuevo gobierno menos colaborador. A comienzos de octubre, el ejército Rojo entra en Hungría. El 14 de octubre, una división de tanques nazis invade Hungría. La suerte de los judíos empeoró rápidamente.  Miles de judíos de Budapest (27.000) fueron enviados a pie (no funcionaban las redes ferroviarias) a las fábricas de armas de Austria como mano de obra forzosa. 




Una gran parte de ellos perecería por las terribles condiciones de trabajo y las marchas de la muerte del fin de la guerra.  En Budapest aún quedaban unos 120.000 judíos, que fueron confinados en un gueto a partir del 29 de noviembre.



Las ejecuciones en masa y los asesinatos indiscriminados por parte de (Nyilas) eran continuos. Entre noviembre de 1944 y febrero de 1945, asesinaron de 10.000 a 15.000 judíos a orillas del Danubio. Durante aquel infernal trimestre de gobierno criminal de los Cruces Flechadas, unos pocos diplomáticos de países neutrales: Suecia, Suiza, Portugal, se distinguieron especialmente en el salvamento de judíos. Uno de ellos fue el encargado de la legación española, Ángel Sanz Briz y el comerciante italiano Giorgio Perlasca, que ocupó oficiosamente su puesto. 




Entre ambos salvaron la vida de miles de judíos húngaros por el procedimiento de otorgarles pasaportes. Ambos fueron nombrados “Justos   entre   las   naciones” por   el estado de Israel.          
Los    soviéticos    completaron    el    cerco    de Budapest el 29 de diciembre de 1944. Las cifras de víctimas húngaras de la Shoá oscilan según las fuentes. Para los supervivientes se sitúan entre un 25 y un 30% (200.000/255.000). 
En cuanto a las víctimas, el número varía, según las estimaciones, de 450.000 a 600.000 para los judíos, y alrededor de 28.000 gitanos húngaros.
En la actualidad viven en Hungría unos 120.000 judíos, de los cuales la mayoría (110.000) en Budapest.  Sólo 11.000 de ellos se identifican, sin embargo, como judíos religiosos.  El índice de matrimonios interraciales alcanza el 60%.  La sinagoga de Budapest de la calle Dohány es la segunda mayor del mundo, después de la sinagoga Emanu-el de Nueva York.



El antisemitismo y el racismo contra los gitanos (“Roma” se ha disparado de forma galopante desde el fin del comunismo.  Un fuerte partido de extrema derecha, Jobbik, muy próximo ideológicamente a los antiguos Cruces flechadas, alcanzó el 16,7 % de los votos en las últimas elecciones de 2010, y causa escándalo y preocupación en Europa y en la comunidad judía por sus proclamas antisemitas.
 Las  declaraciones  y  gestos antisemitas se han repetido desde entonces, en especial los homenajes a notorias figuras fascistas   y   antisemitas   del   pasado   reciente: Miklós  Horthy  (dictador  antisemita), el escritor y  criminal de guerra  Albert  Wass;  el  escritor fascista Joszif Nyiró, miembro de la Cruz Flechada; Pal  Teleki,  primer  ministro  de  1939-1941,  promulgador  de  algunas  de  las  leyes  más antisemitas; el gobierno de  Viktor Orbán dejó de pagar la escasa indemnización a los supervivientes del Holocausto; un diputado de Jobbik pidió en el parlamento elaborar listas de judíos, etc.

 KERTÉSZ Y LA MEMORIA DEL HOLOCAUSTO

La estilización del Holocausto.  Kertész ha mencionado alguna vez la paradoja en que se mueve el escritor del Holocausto (y, en general, cualquier artista trágico o dramático):  debe por una parte horrorizar, pero por otra complacer y agradar.




Al margen de este problema «técnico», existe un problema de fondo mucho más grave, que, según Kertész, afecta al reciente tratamiento del Holocausto tanto en cine como en literatura.  Se trataría de lo que él denomina «estilización» y otros prefieren llamar «banalización» de la Shoá, que se ha extendido de manera paralela a la importancia de Auschwitz en nuestra cultura.




Escena de "La vida es Bella"
Curiosamente   otro   de   los   productos   más   criticados   de   esta   banalización   del Holocausto, la película “La vida es bella”, le merece los más altos elogios.  A esto cabría argüir, que reintroducir   el humor en Auschwitz, de donde precisamente se había desterrado todo humor, salvo el sádico de los SS, es falsearlo de manera radical, porque se lo hace más soportable de lo que nunca fue. El humor «humaniza», como ha reprochado justamente el propio Kertész en otras obras.





 Auschwitz en el centro de nuestra cultura



 El autor de “Sin destino” ha reiterado en múltiples ocasiones su idea de que Auschwitz no es un tema más de nuestra cultura, sino el tema central de la historia contemporánea, donde se pone de manifiesto de forma descarnada el fracaso de nuestra civilización cristiana y humanista.
Nuestro antisemitismo no es el antiguo. Kertész   ha insistido en diversos textos en que el viejo concepto de antisemitismo no nos sirve para explicar Auschwitz.  El Holocausto no es algo inexplicable, sino una evolución de formas de poder y autoridad que, sin embargo, introduce un elemento inédito en la historia. Hannah Arendt, con su visión planetaria del totalitarismo, no restringido a la Alemania nazi, y su encarnación práctica en la figura del asesino banal, del malvado burocrático, estaría muy próxima sus planteamientos.  Acaso también Nietzsche, con su visión de la uniformidad cultural como síntoma máximo de decadencia y expresión política del resentimiento de las masas. 




Para Kertész, el Holocausto no es un tema del pasado, sino del presente y, sobre todo, del futuro. Porque es evidente que, si en un momento histórico, la civilización europea consideró compatible con su tradición una sociedad basada en el crimen, tal cosa podría volver a suceder. Por primera vez en la historia occidental, una gran parte de una nación europea de las más civilizadas, con el respaldo de grandes masas de población en otros países del continente, consideró legítimo asesinar como parte de un programa político y de futuro.



El asesinato de masas, el genocidio, se convirtió para un amplio espectro de la población en un valor tan aceptable y sensato como las normas de urbanidad o la probidad en los negocios. Por ello, el   retorno   del totalitarismo está siempre pendiente, en el sentido más literal: Ahí radica la actualidad acuciante de Auschwitz, en que no está desactivado, en que sigue latente, amenazando con regresar bajo nuevas formas.




 El asesinato como forma de vida.  
 Kertész arremete contra aquellos que pretenden «expulsar» Auschwitz de nuestra tradición como un parásito extraño, monstruoso e inefable.  El Holocausto, argumenta por el contrario Kertész, es un producto de la civilización europea, tan nuestro como pueda serlo el estado del bienestar o el ocio de masas.




Inmigrantes guerra de Siria


El antisemitismo, advierte Kertész, no tiene contenido ideológico; no es más que el aglutinador del miedo y los rencores del hombre de la masa una forma de patetismo moderno, siguiendo en esta explicación a Sartre. Lo cual no quita que esté resurgiendo en todo el planeta.


  



La larga sombra de Auschwitz

Campos de refugiados 2016
 Kertész ha llamado la atención sobre el hecho de que muchos de los supervivientes de los campos nazis son víctimas de una sentencia aplazada.  Bien sea por decepción al comprobar cómo, al cabo de los años, se recae una y otra vez en comportamientos de los que ellos fueron víctimas (en especial el antisemitismo), bien por su incapacidad para transmitir su trauma y, por tanto, descargarse de él, el superviviente termina aplicándose él mismo la condena de muerte que los nazis no consiguieron hacer cumplir.




Kertész, ¿autor húngaro? 




¿Cómo no responder a los reaccionarios de su país que le acusan de no ser un autor húngaro? El primer premio Nobel de literatura que ha dado Hungría reivindica orgulloso su herencia de literato judío centroeuropeo, más allá de cualquier localismo.
  
  



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