24 may 2016

Como la sombra que se va



Cómo surge la novela







La novela se pudo gestar entre el 2 de diciembre de 2012 y los primeros días de febrero de 2014 en  Nueva York.
Octubre de 2013. Muñoz Molina y Elvira Lindo, su segunda esposa, pasan un mes en Lisboa. Él va a trabajar en una novela de la que lleva escritas 120 páginas y que nada tiene que ver con todo lo anterior. Sin embargo, cuando se pone a ello, la memoria y la imaginación se desatan. La obsesión por Ray —pisar las calles que pisó, leer las novelas baratas que leyó, fatigar los archivos del FBI— se cruza con su propio pasado y se lanza a escribir.
Elvira Lindo—cuya presencia atraviesa todo el relato— fotografió durante meses los escenarios de esa escritura.




Argumento:

“Como la sombra que se va”, afortunado título que procede de un salmo de la Biblia,  cuenta en esencia dos historias: la de James Earl Ray, el hombre que en 1968 asesinó a Martin Luther King, narrada casi toda ella en tercera persona. Y la del autor, en 1987, cuando estaba casado, tenía dos hijos pequeños, trabajaba como funcionario en el Ayuntamiento de Granada e intentaba escribir “El invierno en Lisboa”, al tiempo que se sentía insatisfecho con su vida privada y profesional. Esta segunda historia,  transcurre también en Granada y Madrid. 

Plaza de Lisboa


Se trata de dos huidas a una misma ciudad, la capital portuguesa, que comparte protagonismo con los personajes principales del relato.
La acción se centra, sobre todo, en tres fechas: 1968, 1987 y 2012, momento en el que  viaja de nuevo a Lisboa para celebrar el cumpleaños de su hijo (26), acompañado por Elvira Lindo. En este momento empieza a escribirla. También  se alude tanto a 1991, como al presente narrativo, en el 2014.






Análisis de la obra:

Sería difícil englobar la novela  en un género concreto, pues dos historias distintas se desarrollan paralelamente alternándose a lo largo de los capítulos.
La capital lusitana es el nexo que une ambas tramas. Muy lograda la recreación de Lisboa a lo largo de distintas épocas. 
 
En los últimos capítulos nos trasladamos a Memphis, escenario en el que tuvo lugar el asesinato, donde el autor se atreve a recrear la vida y últimos pensamientos del defensor de los derechos de los afroamericanos. Resulta pertinente, el contexto social de esta trama: el `Movimiento de los derechos civiles´ en los Estados Unidos, la marcha sobre Washington, la lucha por la igualdad y la tolerancia.




Resulta apasionante el relato del viaje desesperado y alocado de James Earl Ray por Lisboa. Inmenso el trabajo de investigación y la pasión con que ha sido llevado a cabo. Describe a Ray como un tipo tímido, embustero, sociópata y racista, con una infancia durísima, víctima –según él- de una conspiración. Su aventura, la de un tipo que disfruta leyendo novelas de James Bond y enciclopedias obsoletas, adquiere su sentido cabal si no se olvida la historia de las últimas horas de vida de la víctima.


El motel Lorraine de Memphis, en el que fue asesinado Martin Luther King, fotografiado por Elvira Lindo.

Los capítulos más interesantes son los que Muñoz Molina dedica a hablar de él, de su búsqueda del novelista que siempre quiso ser y de los peajes que tuvo que pagar para conseguirlo. Abre en canal su conciencia, su vida y sus sentimientos, y los expone con toda la sinceridad de la que es capaz al lector. Ciertos pasajes son sobrecogedores por lo que implican de expiación personal. 

 Diluida entre ambas historias, nos encontramos con una reflexión en torno a su evolución como escritor (en 1987, reconoce, “escribía de oídas”) y el género novela.

Para Muñoz Molina, “la novela simplifica la vida. La simplifica y la calma”; pero la esencia de su poética estriba en extraer lo literario de lo real, pues opina que la realidad es suficiente y vuelve irrelevante la ficción, o que “la imaginación no se alimenta de lo inventado sino de los sucedido”...
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Calle típica fotografiada por Elvira Lindo
 Destaca cómo el autor logra meterse en la piel y pensamientos de los personajes, así como la minuciosidad con la que se fija en los pequeños detalles. Diferentes voces, tiempos, lugares y puntos de vista, junto a una prosa soberbia. No ha dejado de producirse un flujo constante entre realidad y ficción.

Sus voces narradoras: La voz que se narra a sí mismo, esa primera persona que designa al autor de El invierno en Lisboa como si fueran dos seres distintos, el del presente y el del pasado, pero arrastrando un mismo sufrimiento vital, por momentos parece transformarse también en la conciencia oscura del asesino de Luther King. Tienen voz Ray y Martin Luther King, aun cuando se imponga la visión de un narrador omnipresente, que coincide con el autor.



Dos ideas en la novela: la del punto de vista en las novelas y la del porvenir de las historias que se cuentan, lo que ocurre con las vidas después del final de esos relatos que leemos.
Primera idea: Muñoz Molina tardó siete años para encontrar la voz narradora de Beatus Ille (1986), su primera novela. Por ello no extraña que haga mención de El gran Gatsby, uno de los grandes paradigmas del punto de vista. Dice Muñoz Molina: Gatsby era un héroe porque alguien como Nick Carraway lo miraba.
Segunda idea: los relatos tienen un final, una exigencia cartesiana de orden. Una mujer o un hombre son un relato mientras los tenemos enfrente; en cuanto se alejan de nuestra existencia, esos relatos han finalizado,  pero sus vidas continúan y las nuestras también. Por ello tampoco extraña que cite al personaje más olvidado de la historia de la narrativa universal, Berta Bovary, la hija de los protagonistas que termina en la novela como obrera.

Lisboa al mar

La huida, tanto de Ray como del narrador, por muy diferentes motivos, acaba de manera desigual. La del americano, tras no lograr un visado para Ángola, Rodhesia o Biafra, lo empuja finalmente a ser condenado, muriendo en 1998 en la cárcel. Mientras que nuestro autor, después de retratarse como un ser inmaduro, egoísta y sombrío, consigue llevar en adelante una nueva existencia, armónica y feliz en lo privado, gozando del éxito literario de El invierno en Lisboa




Un fragmento de una entrevista realizada al autor:
PREGUNTA. ¿Cuenta con que el lector puede sentir empatía con el asesino? Aislado y perseguido, a veces uno casi desea que se vaya a Rodesia y lo dejen tranquilo.
R. Tú quieres comprender. Sobre todo cuando se trata de gente de la que tienes mucha información, pero de la que te falta la información fundamental porque Ray nunca confesó. Sientes un profundo rechazo a lo que hizo. La novela como arte tiene la pasión por mostrar, quiere mostrarlo todo desde todos los puntos de vista.
P. Visto tan de cerca, el asesino es un tipo maniático pero educado. También Martin Luther King era normal. El malo no es el demonio y el bueno no es un ángel.
R.  El bueno es una persona extraordinaria que se ha visto llevado por las circunstancias. Y eso lo hace más interesante. Lo curioso de King es que se convirtió en un héroe porque lo mataron. En 1968 estaba siendo muy contestado. En esos meses es un hombre cansado y asediado: por la izquierda, por los Panteras Negras. Para unos es un burgués traidor; para otros, un extremista peligroso.
P. ¿Al escribir pensaba en un hipotético lector americano? Martin Luther King no significa lo mismo para un europeo que para un estadounidense.
R.  Hay una cosa que he aprendido y es que el lector de literatura se parece mucho universalmente. El texto final lo sometí a un lector cualificado americano para evitar meter la pata en cosas que son mucho más delicadas para un americano que para un español. Cuestiones raciales, por ejemplo.



P. Todos los personajes son reales, ¿por qué no es un libro de no ficción?
R. Pues no lo sé. De lo que estoy seguro es que cualquier elemento de ficción colocado en un texto lo convierte todo en ficción. ¿Por qué esto es ficción? Porque me atrevo a hablar desde el interior de la conciencia de los personajes. Lo que cuento está muy contrastado, pero no sé si estaban pensando lo que yo digo que estaban pensando. ¿Y sabes lo que es más ficción? El todo. Ficción no es solo inventar, ficción es organizar de una cierta manera. Muchos rasgos que se dice que son de la novela de ahora han estado ahí desde el Quijote. El límite  es borroso entre lo inventado y lo no inventado.
P. El libro tiene mucho de examen de conciencia cuando habla de 1987. Queda usted bastante mal en su autorretrato. “Ahora es cuando siento vergüenza”, llega a decir.
R. Es que es así. La novela surgió de esa contraposición repentina. Me dije: estuve aquí hace muchos años, en un viaje medio furtivo con este niño, que ahora tiene 26 años, recién nacido. Fue saliendo esa parte y muchas veces era difícil, pero si quieres ser honrado hay cosas que tienes que contar. Para que tenga sentido la construcción total.
P. ¿No es arriesgar mucho?
R.  No. Una de las cosas que he aprendido en Estados Unidos es que se puede escribir con franqueza sobre la propia vida, y que ese ejercicio puede ser valioso. En un capítulo cuento que de repente me suceden cosas que no me hubieran sucedido si no hubiera escrito El invierno en Lisboa y que cambian mi vida, pero las personas no somos solo literatura. Tiene un riesgo literario no ya por cómo será juzgado, sino porque puede no sostenerse.








Antonio Muñoz Molina
 Nacido en Úbeda (Jaén), estudió Historia del Arte en la Universidad de Granada y Periodismo en la de Madrid. Sus primeros escritos fueron artículos periodísticos que en 1984 recogió en su primer libro publicado, El Robinsón urbano. En su primera novela, Beatus ille (1986) ya aparece su ciudad imaginaria, Mágina, que se convertirá en un lugar común en sus obras sucesivas. El invierno en Lisboa (1987) mereció el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa, que volvió a recibir en 1992 por El jinete polaco (Premio Planeta, 1991). Beltenebros (1989) es un claro ejemplo en el que se narra una acción de intriga y amor en el Madrid de la posguerra con trasfondo político. Madrid es otro de sus temas recurrentes como lo demuestran sus novelas Los misterios de Madrid (1992) y El dueño del secreto (1994). En 1995 fue elegido académico de número de la Real Academia Española.  

 

Premio de la Crítica (1987)
Nacional de Narrativa (1988,1992)
Planeta (1991)
Fémina Extranjero (1998)
Mediterráneo (2012)
Jerusalem (2013)
Príncipe de Asturias (2013)




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