24 feb 2019

El desierto de los tártaros



El desierto de los tártaros





Argumento

Se trata de una obra intimista, profunda, reflexiva, pero sobre todo fascinante.
Cuenta la historia del oficial Giovanni Drogo que recibe su primer nombramiento para acudir a la Fortaleza Bastiani. En aquel lugar desconocido iniciará su carrera militar.
Drogo emprende el viaje hacia su nueva vida cargado de una inocencia que le impide imaginar lo que ahí le espera. El camino del viaje parece interminable, es incierto, duro y sombrío. Tras muchas horas se encuentra con el coronel Ortíz, que le dará información sesgada sobre la vida en la Fortaleza. Le explica que ahora es una guarnición de menor importancia, limítrofe con el desierto de los tártaros, pueblos enemigos del norte, a los que desde hace muchísimos años no se les ven, y que ahora, seguía siendo un puesto de frontera.




Un desfiladero de quinientos metros de ancho se extiende ante su mirada: una inmensidad incontrolable y, ahí plantada, solitaria, fuerte, recia, rotunda, inasequible, se encuentra la Fortaleza.
Drogo, al verla por primera vez, le pasa por la mente la idea de una cárcel o un castillo abandonado. Aquel reducto parece hostil, sin embargo, al capitán Ortiz, esa imagen le alegra el semblante, como si se tratara del ansiado regreso al hogar, a pesar de vivir ahí hace dieciocho años.
La vida dentro del bastión es sumamente dura. Los centinelas que vigilan las torres se mueven como autómatas dentro de un juego controlado a distancia.







Giovanni está decidido a pedir su traslado en cuanto sea posible. Sin embargo, sus superiores logran convencerlo de quedarse tan sólo cuatro meses, tiempo suficiente para que su expediente acumule méritos por este motivo y obtenga un mejor destino.
Muy pronto descubre la soledad. Aislamiento y soledad del alma. Drogo, que contaba los días  para salir de aquel lúgubre asentamiento, sin darse cuenta, empieza a sentir emociones opuestas: no soporta más estar ahí encerrado, a la vez que un misterioso sentimiento de pertenencia se apodera de él.
Inconsciente del paso del tiempo y de que la primera juventud había escapado ya, Drogo piensa en el reconocimiento público de la heroicidad de todos los hombres que, como él, permanecen al pie del cañón esperando al enemigo, que algún día aparecerá.
Prosdocimo, el viejo sastre, lo alerta para que no se deje embaucar por los sueños de los otros; que nunca habrá una guerra con los tártaros; que la Fortaleza fagocita a sus habitantes, les roba la vida. Pero Giovanni prefiere seguir creyendo que su momento de gloria llegará. Es la motivación que le permite seguir confinadoallí.







Cuatro meses más tarde, la cotidianidad ha dominado su vida. Los hábitos lo atrapan en una tela de araña formada por vagos sentimentalismos. Hasta por momentos saborea la felicidad de la renuncia a los pequeños placeres de la vida civil. Se convence de su superioridad sobre los otros que, apresurados, buscaron salir de la Fortaleza.
Mientras tanto, el tiempo pasa a toda velocidad.
Se considera dueño de un destino privilegiado. Sólo hay que esperar, aparecerá de pronto. Apartaba pensamientos de temor; incluso presintió la llegada inmediata de su sino, que lo convertiría en un héroe.
De pronto, se divisaron por el lejano horizonte del norte unos pequeños puntos negros que parecían avanzar hacia la Fortaleza. El gran día había llegado. Para Drogo este mínimo hecho fue suficiente para convencerse de que jamás había estado equivocado, todo volvía a tener sentido. Pero aquellos puntos negros eran brigadas del Estado que venían a reconocer el terreno para actualizar los datos. Ni siquiera llegarían hasta la Fortaleza. No se trataba de la ansiada invasión por parte de los tártaros. Una gran desilusión cubre a todos los oficiales.
En una ocasión se presentó una misión aparentemente menor. Angustina, uno de sus compañeros más cercanos, murió en ella y fue considerado un héroe. La envidia invadió a Giovanni. A veces, sin luchar contra el enemigo, el destino es generoso con algunos. Tuvo las mismas oportunidades que el muerto, pero no las aprovechó por despotismo.
El comandante Ortiz lo anima a regresar a la ciudad, después de cuatro años de servicio.
Finalmente, Drogo sale de la Fortaleza. Le cuesta dejar todo aquello y se esfuerza por seguir adelante. Con pena regresa a la ciudad, confiado en que aún es muy joven y tiene todo el tiempo por delante. Ahí se siente como un desarraigado. Todo ha cambiado. Sus amigos ahora están muy ocupados. Parece que nadie lo ha echado en falta. Su madre muere, la soledad lo engulle. Cuando visita a una antigua amiga se da cuenta de que aquel sentimiento que alguna vez pudo existir entre ellos se había desvanecido.







Visitó al comandante de la división para solicitarle un nuevo destino, pero éste le informó que estaba en marcha un programa de reducción de personal de la Fortaleza, y que las solicitudes se atendían por orden de llegada o en base al expediente. Lamentaba que Drogo no estuviera informado. Sólo podía regresar a la fortaleza. Lleno de rabia, Drogo analiza la mezquindad de sus compañeros que prefirieron callar para que él no se adelantara. A pesar de todo, durante el camino de regreso, en el fondo de su alma se alegra de no haber tenido que alterar su estilo de vida.
El teniente Simeone, uno de los últimos militares en llegar a la Fortaleza creyó ver que nuevamente aparecía la amenaza del enemigo. Drogo dio el aviso, pero los altos mandos diluyeron el rumor. Más adelante comprobaron que efectivamente había destacamentos que construían una carretera en mitad del desierto. Renació la esperanza. Contemplaron la posibilidad de que la ansiada invasión estaría por ocurrir. Sin embargo, han pasado quince años ya.





Giovanni disfruta de permiso durante un mes para estar en la ciudad y a los veinte días regresa. Cansado y viejo empieza a enfermar. Su ánimo sigue como el primer día.
Ortíz se marcha de la fortaleza porque está jubilado.  Moro, su nuevo ayudante tiene una mirada parecida a la suya cuando llegó, llena de ilusiones e ingenuidad.  Su salud empeora y recluido en su habitación espera la mejoría a una enfermedad que el médico de la fortaleza no sabe diagnosticar. Su existencia se llena con una nueva esperanza y una espera más. Sabía que no le quedaba mucho tiempo para el retiro, lo asignarían a otro puesto para terminar su carrera militar. En ese lugar debería seguir hasta el último momento, por si ocurriera algo.
Ya sin fuerza para nada, Drogo escucha tirado en su cama la agitación que hay en la Fortaleza Bastiani porque el enemigo se acerca. Giovanni siente que la vida finalmente lo trata con justicia. Se lamenta de la inoportunidad de los enemigos, pues con sólo llegar una semana más tarde, él podría estar al frente de las operaciones militares. Simeoni lo aparta y no le permiten participar en nada, a pesar de ser el segundo mando.
Simeoni lo saca de la Fortaleza con engaños y lo manda a la ciudad supuestamente para que se recupere. Drogo se resiste lleno de ira. Los caminos están intransitables. Piensa en los jóvenes que llegan de la ciudad a recibir honores sin mérito alguno, y él con una vida entregada a ese momento, tiene que salir.
Fue entonces cuando vio cómo su vida terminaba de forma miserable: solo en el mundo y expulsado de la Fortaleza Bastiani como un apestado. Lo ha perdido todo. Su espíritu militar no se rinde y decide vestir su mejor traje de gala, para al menos, morir dignamente.







Dino Buzzati(Belluno, 1906-1972)







Fue autor de novelas, cuentos y obras de teatro, escenógrafo y pintor. Aunque su fama fue relativamente tardía, hoy sigue siendo redescubierto y es, para muchos, uno de los grandes escritores europeos del siglo XX. Recibió las influencias de los surrealistas y Kafka y ha sido comparado con Ítalo Calvino, con quien comparte el gusto por la fantasía alegórica. Albert Camus fue lector y traductor de Buzzati.






Características

Como en las tragedias clásicas, al hombre con un destino equivocado que nunca quiso ver su realidad, los dioses lo castigan sin piedad hasta las últimas consecuencias.
A modo de “coro griego” los elementos externos describen el estado de ánimo y los sentimientos de los que viven aislados en aquella fortaleza.
Desde el primer momento el autor va apuntando lo que será el destino de Drogo mediante elementos externos, por ejemplo, cuando estrena el uniforme de sargento no descubre en su cara la alegría que esperaba encontrar. Los paisajes son desolados, apocalípticos, casi místicos y nada  hace concesión para el bienestar.





No hay escenas felices, ni alegres, todo es rigor militar llevado al máximo extremo, que por momentos roza el absurdo.
Estos elementos hacen que la crítica coloque su obra en la misma línea de Kafka. Siempre hay un inocente solitario que es víctima del sistema.
De planteamiento kafkiano, El desierto de los tártaros analiza en profundidad el tema de la postergación, el aplazamiento, la pasividad existencial del individuo, sin lucidez que le permita cuestionarse la posibilidad de estar equivocado. No se atreve a vivir el futuro, como si el tiempo no huyera de su lado, porque para él, ese futuro nunca llega.





Con un estilo cargado de simbolismo y metáforas, en ocasiones a través de la adjetivación, el lector percibe la opresión que el personaje debería sentir.
Esta novela es lectura imprescindible.


Hay un poema de Oliverio Girondo, llamado \"Espera\" que de alguna manera dibuja la trama de este libro:


"Esperaba, esperaba y todavía y siempre esperando, esperando con todas las arterias, con el sacro, el cansancio, la esperanza, la médula; distendido, exaltado, apurando la espera, por vocación, por vicio, sin desmayo, ni tregua.






¿Para qué extenuarme en alumbrar recuerdos que son pura ceniza? Por muy lejos que mire: la espera es ya conmigo, y yo estoy con la espera... escuchando sus ecos, asomado al paisaje de sus falsas ventanas, descendiendo sus huecas escaleras de herrumbre, ante sus chimeneas, sus muros desolados, sus rítmicas goteras, esperando, esperando, entregando a esa espera interminable, absurda, voraz, desesperada.






Sólo yo... ¡Sí! yo sólo sé hasta dónde he esperado, qué ráfagas de espera arrasaron mis nervios; con qué ardor, y qué fiebre esperé esperaba, cada vez con más ansias de esperar y de espera. ¡Ah! el hartazgo y el hambre de seguir esperando, de no apartar un gesto de esa espera insaciable, de vivirla en mis venas, y respirar en ella la realidad, el sueño, el olvido, el recuerdo; sin importarme nada, no saber qué esperaba: siempre haberlo ignorado! cada vez más resuelto a prolongar la espera, y a esperar, y esperar, y seguir esperando con tal de no acercarme a la aridez inerte, a la desesperanza de no esperar ya nada; de no poder, siquiera, continuar esperando."
Hay aquí en esta novela: “El desierto de los tártaros” sin embargo, una diferencia. El protagonista de esta novela sabe lo que espera, pero la angustia provocada por la misma es del todo comparable a la de Girondo.
Leer este libro es leer nuestros miedos, nuestros temores interiores, es una novela que rezuma melancolía, que nos golpea duramente a pesar del bello, duro (y creíble) final.



Jorge Luis Borges afirma: «Este libro, que es acaso una obra maestra […] está regido por el método de la postergación indefinida y casi infinita […] Dino Buzzati, en estas páginas, retrotrae la novela a la epopeya, que fue su manantial. El desierto es real y es simbólico. Está vacío y el héroe espera muchedumbres».



¿Quiénes son los tártaros?








Antiguos tártaros






(En tártaro Tatarlar) proviene de los pueblos túrquicos de Europa Oriental y Siberia. El nombre tiene su origen de la palabra Ta-ta o Dada; una tribu mongol que habitaba el noroeste de la actual Mongolia en el siglo V.
Son los pueblos que dominaron partes de Asia y Europa bajo el liderazgo de los tribus mongolas en el siglo XIII. Se extendió el uso del término tártaro después, para incluir a casi cualquier invasor de origen asiático; tanto de Mongolia como del occidente de Asia. Antes de la década de 1920; los rusos utilizaban la palabra Tatar para designar a numerosos pueblos, desde los turcos azeríes a las tribus de Siberia.









Actualidad
A finales del siglo XX había más de 10 millones de habitantes de origen tártaro. El pueblo tártaro proclamó la autonomía de la república de Tartastán en 1920. El 30 de agosto de 1990 fue aprobada la Declaración de la soberanía estatal de la República de Tataristán. En la actualidad, la mayor parte de los tártaros viven en el centro y el sur de Rusia (la mayoría en Tartastán).
Una buena parte de los tártaros son musulmanes suníes pero también hay muchos tártaros cristianos ortodoxos.









Los tártaros de Volga

Son descendientes de los búlgaros del Volga, que fueron dominados por los mongoles en el siglo XIII. Los tártaros de Siberia son supervivientes de otra numerosa población túrquico-mongoloide de la región de los Urales.
En el Volga se mezclaron con los restos del antiguo imperio búlgaro, así como con restos de las antiguas colonias griegas en Crimea y caucasianos en el Cáucaso.
La mayoría de los tártaros del Volga son tártaros de Kazán (Qazan). Son el principal grupo de población y la población aborigen de Tartarstán.


Película

El desierto de los tártaros es una película italo-franco-alemana dirigida en 1976 por Valerio Zurlini.

La película es una adaptación de la novela homónima de Dino Buzzati. En ella se narra la existencia del teniente Giovanni Drogo, destinado en una fortaleza perdida, soñando con los días de gloria que vendrán, mientras esperan a un enemigo que nunca llega. La película es un proyecto que Luis Buñuel quería realizar.