Aspecto
y Atributos
MIKHAEL es el nombre hebreo de
MIGUEL, pero además se lo reconoce con otros nombres o títulos honoríficos,
estos títulos son: Príncipe de la Luz, Comandante de las Estrellas, Jefe de las
Milicias Celestiales, el de la Espada Luminosa.
Su festividad era el 29 de
Setiembre, hasta que en 1969 Pablo VI con la Reforma hecha al Calendario,
instauró esta fecha como la de “Los Santos Arcángeles”.
En la escuela de la Kábala se dice que el Arcángel Miguel encarna el sexto Sefirot, Tiferet. Según la Kábala, Tiferet significa belleza.
El Libro de Daniel tiene una maravillosa descripción del Arcángel Miguel. Le llama el "gran príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo". El Arcángel Miguel fue el ángel que se apareció a Josué mientras se preparaba para conducir a los israelitas en la batalla de Jericó.
El Apocalipsis narra el papel clave del Arcángel Miguel como defensor de la mujer vestida del Sol, es la figura de María, madre de Jesús, bien llamada Reina de los Ángeles y a quien Dios eligió para traer al divino Hijo del Hombre.
El Arcángel Miguel es nuestro defensor. Él es el príncipe de los Arcángeles. Todas las huestes de Luz que sirven en este sistema de mundos y más allá están bajo su mando.
La imagen de un guerrero representa
la defensa contra las fuerzas del mal y la oscuridad que acechan al ser humano,
como la ignorancia, la inconsciencia y la esclavitud a los apegos materiales y
emocionales.
Su título
"Príncipe de la Luz" representa la iluminación del camino del ser
humano para liberarlo de la oscuridad del miedo. En la metafísica su rayo de luz
es el de color Azul, esto nos quiere decir que el color de su Luz es azul,
invitando a la calma y al valor.
Cuando sentimos que nos movemos en las sombras, que el miedo nos llena y por estar pasando una crisis, podemos recurrir al Él. Que con su luz irrumpa en nuestro Ser, haciendo aparecer la claridad que necesitamos para encontrarnos con nosotros mismos, encontrar nuestro equilibrio y liberarnos de toda energía negativa.
Cuando sentimos que nos movemos en las sombras, que el miedo nos llena y por estar pasando una crisis, podemos recurrir al Él. Que con su luz irrumpa en nuestro Ser, haciendo aparecer la claridad que necesitamos para encontrarnos con nosotros mismos, encontrar nuestro equilibrio y liberarnos de toda energía negativa.
Su coraza
significa la fuerza de voluntad para enfrentarse a los desafíos de la vida.
Representa también la fe y la seguridad en el bien.
El casco
significa invisibilidad, invulnerabilidad y potencia. Protege los pensamientos
de la negatividad.
El escudo
representa el universo. Es la protección que le dice a su adversario que no
puede vencer al amor.
La espada
representa la luz que da la fuerza espiritual. Con esta fuerza se establecen la
paz y la justicia divinas. La espada también significa el arma de la verdad.
Con ella se rompe el velo que crea la ignorancia.
La balanza
significa la justicia, el equilibrio y el orden. En la balanza cuelgan las
acciones buenas y malas, equilibradas por el amor y la bondad que redimen el
alma humana.
Cuando lleva
llaves, éstas representan el poder para abrir la puerta de los cielos a las
almas que por medio de sus acciones, pensamientos y sentimientos se han ganado
la entrada.
Las cadenas
representan su poder para romper las ataduras que esclavizan al ser humano
mediante los vicios y apegos.
El manto
representa protección y el poder de habitar el espacio donde conviven los seres
positivos y los negativos. Con él protege a los seres humanos de las
vibraciones negativas de los seres malignos.
Oración por el papa León XIII suprimida en el Concilio Vaticano II
(1878- 903) |
«San
Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha.
Sé
nuestro amparo contra la perversidad y las acechanzas del diablo.
Que Dios
manifieste sobre él su poder, esa es nuestra humilde súplica; y tú, Príncipe de la Milicia
Celestial, con la fuerza que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás y a demás
espíritus malignos que vagan
por el mundo para la perdición de las almas. Amén.»
Después del Concilio Vaticano II, el mandato de recitar esta oración al finalizar la misa fue revocado, pero se puede continuar con esta práctica a manera de devoción.
De acuerdo a la tradición católica, la Coronilla de San Miguel ofrece grandes
bendiciones a quien la rece, incluyendo la liberación del purgatorio de la
persona que reza, de sus familiares y seres queridos.
Un día San Miguel Arcángel apareció a la devota Sierva
de Dios Antonia De Astónac. El arcángel le dijo a la religiosa que deseaba ser
honrado mediante la recitación de nueve salutaciones. Estas nueve plegarias
corresponden a los nueve coros de ángeles. La corona consiste de un
Padrenuestro y tres Ave Marías en honor de cada coro angelical.
Promesas: A los que practican esta devoción
en su honor, San Miguel promete grandes bendiciones: Enviar un ángel de cada
coro angelical para acompañar a los devotos a la hora de la Santa Comunión.
Además, a los que recitasen estas nueve salutaciones todos los días, les
asegura que disfrutarán de su asistencia continua. Es decir, durante esta vida
y también después de la muerte. Aun mas, serán acompañados de todos los ángeles
y con todos sus seres queridos, parientes y familiares serán librados del
Purgatorio.
Se comienza la Corona rezando, la siguiente
invocación:
En el Nombre del Padre....Dios mío,
ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, etc.
I. Por la intercesión de San Miguel
y el Coro Celestial de los Serafines, que Dios Nuestro Señor prepare nuestras
almas y así recibir dignamente en nuestros corazones, el fuego de la Caridad
Perfecta. Amén.
II. Por la intercesión de San Miguel
y el Coro Celestial de los Querubines, que Dios Nuestro Señor nos conceda la
gracia de abandonar los caminos del pecado, y seguir el camino de la Perfección
Cristiana. Amén.
III. Por la
intercesión de San Miguel y el Coro Celestial de los Tronos, que Dios Nuestro
Señor derrame en nuestros corazones, el verdadero y sincero espíritu de
humildad. Amén.
IV. Por la
intercesión de San Miguel y el Coro Celestial de Potestades, que Dios Nuestro
Señor nos conceda la gracia de controlar nuestros sentidos y así dominar
nuestras pasiones. Amén.
V. Por la
intercesión de San Miguel y el Coro Celestial de Dominaciones, que Dios Nuestro
Señor proteja nuestras almas contra las asechanzas del demonio. Amén.
VI. Por la
intercesión de San Miguel y el Coro Celestial de las Virtudes, que Dios Nuestro
Señor nos conserve de todo mal y no nos deje caer en la tentación. Amén.
VII. Por la
intercesión de San Miguel y el Coro Celestial de los Principados, que Dios
Nuestro Señor se digne llenar nuestras almas con el verdadero espíritu de
obediencia. Amén.
VIII. Por la
intercesión de San Miguel y el Coro Celestial de Los Arcángeles, que Dios
Nuestro Señor nos conceda la gracia de la perseverancia final en la Fe, y en
las buenas obras, y así nos lleve a la Gloria del Paraíso. Amén.
IX. Por la
intercesión de San Miguel y el Coro Celestial de los Ángeles, que Dios Nuestro
Señor nos conceda la gracia de ser protegidos por ellos durante esta vida
mortal, y nos guíen a la Gloria Eterna. Amén.
Se reza un
Padre Nuestro en honor de cada uno de los siguientes ángeles:
San Miguel, San Gabriel, San Rafael y nuestro ángel de la
Guarda.
Más oraciones:
O Glorioso
Príncipe San Miguel, Jefe Principal de la Milicia Celestial, Guardián
fidelísimo de las almas, Vencedor eficaz de los espíritus rebeldes, fiel
Servidor en el Palacio del Rey Divino,...Sois nuestro admirable Guía y
Conductor.
Vos brilláis
con excelente resplandor y con virtud sobrehumana, libradnos de todo mal. Con
plena confianza recurrimos a vos. Asistidnos con vuestra afable protección para
que seamos más y más fieles al servicio de Dios todos los días de nuestra vida.
Rogad por nosotros,
O Glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo, para que
seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor.
Oración
Omnipotente
y Eterno Dios, os adoramos y bendecimos. En vuestra maravillosa bondad, y con
el misericordioso deseo de salvar las almas del género humano, habéis escogido
al Glorioso Arcángel, San Miguel, como Príncipe de Vuestra Iglesia.
Humildemente
os suplicamos, Padre Celestial, que nos libréis de nuestros enemigos. En la
hora de la muerte, no permitáis que ningún espíritu maligno se nos acerque,
para perjudicar nuestras almas. Amen.
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