Aroma de vainilla
Argumento:
En
el umbral de la ancianidad, Mercedes Ortega Abellán distrae los grises momentos
de su existencia presente acudiendo a los recuerdos del pasado. La fiel memoria
de Mercedes abarca desde los últimos años del siglo XIX hasta los años sesenta
del siglo XX. Desvela los secretos de tres generaciones familiares que se extinguen en una provincia del sur de
España, las vicisitudes existenciales de mujeres fuertes, de hombres tiernos,
de hijos con filiaciones muy diversas e inclinaciones muy distintas y de mentes
abocadas a la locura por sus circunstancias políticas y sociales, pero una estirpe no rendida ante las
desgracias.
Temas:
Según
las propias palabras de la autora:
“Los ejes
temáticos giran en torno al deseo amoroso, el amor insatisfecho, el amor no
correspondido y el traicionado, los celos, el adulterio, los conflictos
generacionales, los estigmas de una educación estricta, el orgullo, la tozudez,
las murmuraciones sociales, la fascinación por la cultura, la ferocidad de la
guerra y sus nefastos efectos posteriores, el perdón, la generosidad, los
sueños no cumplidos, las expectativas rotas, el oscurantismo religioso y su
antítesis descreída e iconoclasta, la locura, la muerte y la lucha por la
existencia en una España llena de rencores y de atmósfera opresiva”.
Análisis literario:
Transcurre
en una época de España donde las habladurías de la gente, interfieren mucho la vida cotidiana. En tres generaciones de la
familia, unas cuantas mujeres, Julia, Mercedes y Berta o, lo que es lo mismo,
abuela, hija y nieta, son protagonistas,
luchadoras, firmes en lo que sienten y desean, así tengan consecuencias
de las cuales se arrepientan en algún momento de su vida. Tienen en
común, que fueron muy amadas, pero habrá que ver si realmente llegaron a
conocer la felicidad completa.
También
emerge la figura de don Segundo por todo lo que él representará para la familia,
impulsado por la cerrazón de la mujer a la que nunca dejó de amar: su esposa
Julia.
Su antagonista, Basilio García Vargas, El
indiano, aparece en el pueblo donde vivían. Pero las secuelas de la Guerra
Civil influirán en la relación que había entre ambas familias.
Es una
familia, con grandes secretos, algunos nunca revelados. Una historia hermosa,
con muchos momentos de sufrimiento.
Destaca cómo
la autora detalla los ingredientes de un plato de comida, cada olor,
condimento, especias. Las propiedades
de especias y plantas, la influencia de las joyas en el estado de ánimo y el
poder de dioses egipcios.
Nos lleva por calles de Murcia, Lorca, Águilas y sus sitios emblemáticos.
Descripciones
certeras y diálogos creíbles, con la palabra justa en el lugar indicado, y ese
aroma de vainilla que lo impregna todo, trasladándote a otro lugar y otra época
de inmediato. Una historia que habla de las emociones, al fin y al cabo.
Isabel Martínez Barquero
Nacida en
Murcia el 6 de octubre de 1958.
Licenciada
en Derecho.
Premio Hucha
de Plata en la XXIV edición del concurso de cuentos Hucha de Oro.
Ha publicado un libro de relatos, “Linaje
oscuro” así como dos novelas, “La historia de los mil nombres” y “Aroma de
vainilla2, y un libro de poesía, “Lunas de ausencia”. También tiene
publicaciones de relatos en los libros “Amigos para siempre “(Editorial
Hipálage) y París (M.A.R. Editor), y poemas y relatos en diferentes revistas
(Azahara, Nueva Estafeta, Tránsito, Ágora, Papeles de Arte Gramático,
Contemporary Literary Horizon y La Esfera Cultural) y páginas virtuales.
Es autora
del blog literario http://elcobijodeunadesalmada.blogspot.com.es.
Reseña
extraida del blog “la tortugabicéfala”
Prosa fluida, que hace adicto a todos los
aromas....
Dice
Mercedes:
"Qué gran sorpresa se va a
llevar mi hija cuando llegue el postre, porque espero asombrarla, despertar en
su espíritu una pequeña sonrisa interior. Los sabores que siempre nos han
gustado la suelen producir y Berta precisa estímulos que la sacudan, que le
recuerden que la vida puede llenarse de sentido en cualquier momento".
La moralidad que
encontramos en una primera parte de tu libro está marcada por la obstinación,
que redescribe la maldad intrínseca de los comportamientos de Julia
Abellán con Don Segundo, lo inmoral del "pacto de sinceridad" que
llevó a Segundo Ortega al onanismo, solo o en compañía de otros (Regina o
Brígida o sus libros).
Pero también
obstinación es la crueldad (¿inconsciente?) de Segundo abandonando a la Echá Palante u olvidando, tras
un único coito, a Brígida.
Pero no solo Julia o Segundo: es obstinación
de Mercedes su huida a las ciudades y su negativa a aceptar a Don Felix
en los términos de su liberalismo y la actitud de este último al negar el pan y
la sal a la muy enamorada Mercedes hasta que nace su hija. Y, a pesar de todo,
la narración exonera esas conductas.
El mal, habita
en Aroma de Vainilla de
un modo subterráneo. La prosa es limpia y adictiva, que con un aire de romanticismo decimonónico, nos sigue
mostrando lo siniestro de
la saga. El lado oscuro recorre los tiempos mientras se mantienen
las formas.
El primer
apartado (La obstinación sin fin) parece más intenso que el segundo. Quizás es
que Julia puede vivir en una burbuja de obstinación que "ennoblece"
sus actos porque vive aún en el siglo XIX, mientras que Mercedes debe
buscarse la vida en las ciudades y el principio
de realidad rompe la morbosidad
de la tradición de las Abellán.
Se describe
el mundo de los Ortega Abellán al margen del contexto histórico y
social. Sin embargo, bruscamente, en la tercera parte, la burbuja de
intimidad y la "feminidad" del aroma de las especias se rompe cuando
Berta y Rafael comienzan a sentir los hachazos de la maldita sociedad
intolerante. El estallido del movimiento narrativo da un sentido al conjunto
como si se acumulara el precio a pagar por el orgullo de la familia.
El destino acaba en la parte final del libro. Todo se hunde quebrando el espíritu del aroma de la vainilla....Pero es aquí donde, la obstinación deja de ser un mal y se concilia con el sentido común a través de lo cotidiano. Hay que tomar las riendas de la vida.
Dice
la autora:
“De esa manera, me convertí en una
mentirosa que ensamblaba artificios sobre una base cierta, en una fabuladora de
mi propia vida. Consideraba que eran ardides necesarios para mantener la calma familiar
(...)
No hablemos de esto
nunca más, nunca. No hablemos, no vaya a ser que a mí se me escape la lengua y
cuente lo que merece ser callado (....)
Debía despertarla del letargo que
inocula la desgracia, de la autocompasión de los débiles, del magnetismo de las
visiones destructivas y negadoras. Los humanos sumidos en la desesperación
vuelven a retomar el gusto por la vida de una forma tímida y apenas
perceptible. Comienzan apreciando el sabor de un alimento, la luminosidad de
una mañana, la calidez de una manta o el alivio de una compañía que los
sostiene. Poco a poco y de manera titubeante, como un bebé que se cae
innumerables veces antes de conseguir mantenerse firme, amplían los motivos de
su gozo,en principio siempre simples y elementales. Y tras un período de
claroscuros donde se derrumban y se levantan, donde se desesperan y remontan,
un buen día, sin apenas darse cuenta, su interior deja de oprimirlos
continuamente y los lanza de nuevo al juego agridulce de la vida”.
La
obstinación, convertida en voluntad de felicidad, cierra la historia.
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