El desierto de los tártaros
Argumento
Se
trata de una obra intimista, profunda, reflexiva, pero sobre todo fascinante.
Cuenta
la historia del oficial Giovanni Drogo que recibe su primer nombramiento para
acudir a la Fortaleza Bastiani. En aquel lugar desconocido iniciará su carrera
militar.
Drogo
emprende el viaje hacia su nueva vida cargado de una inocencia que le impide
imaginar lo que ahí le espera. El camino del viaje parece interminable, es
incierto, duro y sombrío. Tras muchas horas se encuentra con el coronel Ortíz,
que le dará información sesgada sobre la vida en la Fortaleza. Le explica que
ahora es una guarnición de menor importancia, limítrofe con el desierto de los
tártaros, pueblos enemigos del norte, a los que desde hace muchísimos años no
se les ven, y que ahora, seguía siendo un puesto de frontera.
Un
desfiladero de quinientos metros de ancho se extiende ante su mirada: una
inmensidad incontrolable y, ahí plantada, solitaria, fuerte, recia, rotunda,
inasequible, se encuentra la Fortaleza.
Drogo,
al verla por primera vez, le pasa por la mente la idea de una cárcel o un
castillo abandonado. Aquel reducto parece hostil, sin embargo, al capitán
Ortiz, esa imagen le alegra el semblante, como si se tratara del ansiado
regreso al hogar, a pesar de vivir ahí hace dieciocho años.
La
vida dentro del bastión es sumamente dura. Los centinelas que vigilan las
torres se mueven como autómatas dentro de un juego controlado a distancia.
Giovanni
está decidido a pedir su traslado en cuanto sea posible. Sin embargo, sus
superiores logran convencerlo de quedarse tan sólo cuatro meses, tiempo
suficiente para que su expediente acumule méritos por este motivo y obtenga un
mejor destino.
Muy
pronto descubre la soledad. Aislamiento y soledad del alma. Drogo, que contaba
los días para salir de aquel lúgubre
asentamiento, sin darse cuenta, empieza a sentir emociones opuestas: no soporta
más estar ahí encerrado, a la vez que un misterioso sentimiento de pertenencia
se apodera de él.
Inconsciente
del paso del tiempo y de que la primera juventud había escapado ya, Drogo piensa
en el reconocimiento público de la heroicidad de todos los hombres que, como
él, permanecen al pie del cañón esperando al enemigo, que algún día aparecerá.
Prosdocimo,
el viejo sastre, lo alerta para que no se deje embaucar por los sueños de los
otros; que nunca habrá una guerra con los tártaros; que la Fortaleza fagocita a
sus habitantes, les roba la vida. Pero Giovanni prefiere seguir creyendo que su
momento de gloria llegará. Es la motivación que le permite seguir confinadoallí.
Cuatro meses más tarde, la cotidianidad ha dominado su vida. Los hábitos lo atrapan en una tela de araña formada por vagos sentimentalismos. Hasta por momentos saborea la felicidad de la renuncia a los pequeños placeres de la vida civil. Se convence de su superioridad sobre los otros que, apresurados, buscaron salir de la Fortaleza.
Mientras
tanto, el tiempo pasa a toda velocidad.
Se
considera dueño de un destino privilegiado. Sólo hay que esperar, aparecerá de
pronto. Apartaba pensamientos de temor; incluso presintió la llegada inmediata
de su sino, que lo convertiría en un héroe.
De
pronto, se divisaron por el lejano horizonte del norte unos pequeños puntos
negros que parecían avanzar hacia la Fortaleza. El gran día había llegado. Para
Drogo este mínimo hecho fue suficiente para convencerse de que jamás había estado
equivocado, todo volvía a tener sentido. Pero aquellos puntos negros eran
brigadas del Estado que venían a reconocer el terreno para actualizar los
datos. Ni siquiera llegarían hasta la Fortaleza. No se trataba de la ansiada
invasión por parte de los tártaros. Una gran desilusión cubre a todos los
oficiales.
En
una ocasión se presentó una misión aparentemente menor. Angustina, uno de sus
compañeros más cercanos, murió en ella y fue considerado un héroe. La envidia invadió
a Giovanni. A veces, sin luchar contra el enemigo, el destino es generoso con
algunos. Tuvo las mismas oportunidades que el muerto, pero no las aprovechó por
despotismo.
El
comandante Ortiz lo anima a regresar a la ciudad, después de cuatro años de
servicio.
Finalmente,
Drogo sale de la Fortaleza. Le cuesta dejar todo aquello y se esfuerza por
seguir adelante. Con pena regresa a la ciudad, confiado en que aún es muy joven
y tiene todo el tiempo por delante. Ahí se siente como un desarraigado. Todo ha
cambiado. Sus amigos ahora están muy ocupados. Parece que nadie lo ha echado en
falta. Su madre muere, la soledad lo engulle. Cuando visita a una antigua amiga
se da cuenta de que aquel sentimiento que alguna vez pudo existir entre ellos
se había desvanecido.
Visitó al comandante de la división para solicitarle un nuevo destino, pero éste le informó que estaba en marcha un programa de reducción de personal de la Fortaleza, y que las solicitudes se atendían por orden de llegada o en base al expediente. Lamentaba que Drogo no estuviera informado. Sólo podía regresar a la fortaleza. Lleno de rabia, Drogo analiza la mezquindad de sus compañeros que prefirieron callar para que él no se adelantara. A pesar de todo, durante el camino de regreso, en el fondo de su alma se alegra de no haber tenido que alterar su estilo de vida.
Visitó al comandante de la división para solicitarle un nuevo destino, pero éste le informó que estaba en marcha un programa de reducción de personal de la Fortaleza, y que las solicitudes se atendían por orden de llegada o en base al expediente. Lamentaba que Drogo no estuviera informado. Sólo podía regresar a la fortaleza. Lleno de rabia, Drogo analiza la mezquindad de sus compañeros que prefirieron callar para que él no se adelantara. A pesar de todo, durante el camino de regreso, en el fondo de su alma se alegra de no haber tenido que alterar su estilo de vida.
El
teniente Simeone, uno de los últimos militares en llegar a la Fortaleza creyó
ver que nuevamente aparecía la amenaza del enemigo. Drogo dio el aviso, pero
los altos mandos diluyeron el rumor. Más adelante comprobaron que efectivamente
había destacamentos que construían una carretera en mitad del desierto. Renació
la esperanza. Contemplaron la posibilidad de que la ansiada invasión estaría
por ocurrir. Sin embargo, han pasado quince años ya.
Giovanni disfruta de permiso durante un mes para estar en la ciudad y a los veinte días regresa. Cansado y viejo empieza a enfermar. Su ánimo sigue como el primer día.
Ortíz
se marcha de la fortaleza porque está jubilado. Moro, su nuevo ayudante tiene una mirada
parecida a la suya cuando llegó, llena de ilusiones e ingenuidad. Su salud empeora y recluido en su habitación
espera la mejoría a una enfermedad que el médico de la fortaleza no sabe
diagnosticar. Su existencia se llena con una nueva esperanza y una espera más.
Sabía que no le quedaba mucho tiempo para el retiro, lo asignarían a otro
puesto para terminar su carrera militar. En ese lugar debería seguir hasta el
último momento, por si ocurriera algo.
Ya
sin fuerza para nada, Drogo escucha tirado en su cama la agitación que hay en
la Fortaleza Bastiani porque el enemigo se acerca. Giovanni siente que la vida
finalmente lo trata con justicia. Se lamenta de la inoportunidad de los
enemigos, pues con sólo llegar una semana más tarde, él podría estar al frente
de las operaciones militares. Simeoni lo aparta y no le permiten participar en
nada, a pesar de ser el segundo mando.
Simeoni
lo saca de la Fortaleza con engaños y lo manda a la ciudad supuestamente para
que se recupere. Drogo se resiste lleno de ira. Los caminos están
intransitables. Piensa en los jóvenes que llegan de la ciudad a recibir honores
sin mérito alguno, y él con una vida entregada a ese momento, tiene que salir.
Fue
entonces cuando vio cómo su vida terminaba de forma miserable: solo en el mundo
y expulsado de la Fortaleza Bastiani como un apestado. Lo ha perdido todo. Su
espíritu militar no se rinde y decide vestir su mejor traje de gala, para al
menos, morir dignamente.
Dino
Buzzati(Belluno,
1906-1972)
Fue
autor de novelas, cuentos y obras de teatro, escenógrafo y pintor. Aunque su
fama fue relativamente tardía, hoy sigue siendo redescubierto y es, para
muchos, uno de los grandes escritores europeos del siglo XX. Recibió las
influencias de los surrealistas y Kafka y ha sido comparado con Ítalo Calvino,
con quien comparte el gusto por la fantasía alegórica. Albert Camus fue lector
y traductor de Buzzati.
Características
Como
en las tragedias clásicas, al hombre con un destino equivocado que nunca quiso
ver su realidad, los dioses lo castigan sin piedad hasta las últimas
consecuencias.
A
modo de “coro griego” los elementos externos describen el estado de ánimo y los
sentimientos de los que viven aislados en aquella fortaleza.
Desde
el primer momento el autor va apuntando lo que será el destino de Drogo
mediante elementos externos, por ejemplo, cuando estrena el uniforme de
sargento no descubre en su cara la alegría que esperaba encontrar. Los paisajes
son desolados, apocalípticos, casi místicos y nada hace concesión para el bienestar.
No hay escenas felices, ni alegres, todo es rigor militar llevado al máximo extremo, que por momentos roza el absurdo.
Estos
elementos hacen que la crítica coloque su obra en la misma línea de Kafka.
Siempre hay un inocente solitario que es víctima del sistema.
De
planteamiento kafkiano, El desierto de los tártaros analiza en profundidad el
tema de la postergación, el aplazamiento, la pasividad existencial del
individuo, sin lucidez que le permita cuestionarse la posibilidad de estar
equivocado. No se atreve a vivir el futuro, como si el tiempo no huyera de su
lado, porque para él, ese futuro nunca llega.
Con un estilo cargado de simbolismo y metáforas, en ocasiones a través de la adjetivación, el lector percibe la opresión que el personaje debería sentir.
Esta
novela es lectura imprescindible.
Hay
un poema de Oliverio
Girondo, llamado \"Espera\"
que de alguna manera dibuja la trama de este libro:
¿Para qué extenuarme
en alumbrar recuerdos que son pura ceniza? Por muy lejos que mire: la espera es
ya conmigo, y yo estoy con la espera... escuchando sus ecos, asomado al paisaje
de sus falsas ventanas, descendiendo sus huecas escaleras de herrumbre, ante
sus chimeneas, sus muros desolados, sus rítmicas goteras, esperando, esperando,
entregando a esa espera interminable, absurda, voraz, desesperada.
"Esperaba,
esperaba y todavía y siempre esperando, esperando con todas las arterias, con
el sacro, el cansancio, la esperanza, la médula; distendido, exaltado, apurando
la espera, por vocación, por vicio, sin desmayo, ni tregua.
Sólo yo... ¡Sí! yo sólo sé hasta dónde he
esperado, qué ráfagas de espera arrasaron mis nervios; con qué ardor, y qué
fiebre esperé esperaba, cada vez con más ansias de esperar y de espera. ¡Ah! el
hartazgo y el hambre de seguir esperando, de no apartar un gesto de esa espera
insaciable, de vivirla en mis venas, y respirar en ella la realidad, el sueño,
el olvido, el recuerdo; sin importarme nada, no saber qué esperaba: siempre
haberlo ignorado! cada vez más resuelto a prolongar la espera, y a esperar, y
esperar, y seguir esperando con tal de no acercarme a la aridez inerte, a la
desesperanza de no esperar ya nada; de no poder, siquiera, continuar
esperando."
Hay
aquí en esta novela: “El desierto de los tártaros” sin embargo, una diferencia.
El protagonista de esta novela sabe lo que espera, pero la angustia provocada
por la misma es del todo comparable a la de Girondo.
Leer
este libro es leer nuestros miedos, nuestros temores interiores, es una novela
que rezuma melancolía, que nos golpea duramente a pesar del bello, duro (y
creíble) final.
Jorge Luis Borges
afirma: «Este libro, que es acaso una obra maestra […] está regido por el
método de la postergación indefinida y casi infinita […] Dino Buzzati, en estas
páginas, retrotrae la novela a la epopeya, que fue su manantial. El desierto es
real y es simbólico. Está vacío y el héroe espera muchedumbres».
(En tártaro Tatarlar) proviene de los pueblos túrquicos de Europa Oriental y Siberia. El nombre tiene su origen de la palabra Ta-ta o Dada; una tribu mongol que habitaba el noroeste de la actual Mongolia en el siglo V.
Son
los pueblos que dominaron partes de Asia y Europa bajo el liderazgo de los
tribus mongolas en el siglo XIII. Se extendió el uso del término tártaro después,
para incluir a casi cualquier invasor de origen asiático; tanto de Mongolia
como del occidente de Asia. Antes de la década de 1920; los rusos utilizaban la
palabra Tatar para designar a numerosos pueblos, desde los turcos azeríes a las
tribus de Siberia.
Actualidad
A
finales del siglo XX había más de 10 millones de habitantes de origen tártaro. El
pueblo tártaro proclamó la autonomía de la república de Tartastán en 1920. El
30 de agosto de 1990 fue aprobada la Declaración de la soberanía estatal de la
República de Tataristán. En la actualidad, la mayor parte de los tártaros viven
en el centro y el sur de Rusia (la mayoría en Tartastán).
Una
buena parte de los tártaros son musulmanes suníes pero también hay muchos
tártaros cristianos ortodoxos.
Los tártaros de Volga
Son descendientes de los búlgaros del Volga, que fueron dominados por los mongoles en el siglo XIII. Los tártaros de Siberia son supervivientes de otra numerosa población túrquico-mongoloide de la región de los Urales.
En
el Volga se mezclaron con los restos del antiguo imperio búlgaro, así como con
restos de las antiguas colonias griegas en Crimea y caucasianos en el Cáucaso.
La
mayoría de los tártaros del Volga son tártaros de Kazán (Qazan). Son el
principal grupo de población y la población aborigen de Tartarstán.
Película
El
desierto de los tártaros es una película italo-franco-alemana dirigida en 1976
por Valerio Zurlini.
La
película es una adaptación de la novela homónima de Dino Buzzati. En ella se
narra la existencia del teniente Giovanni Drogo, destinado en una fortaleza
perdida, soñando con los días de gloria que vendrán, mientras esperan a un
enemigo que nunca llega. La película es un proyecto que Luis Buñuel quería
realizar.
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