Bella del señor forma parte de una saga
compuesta por cuatro obras maestras: Solal
(1930), Comeclavos (1938), Los Esforzados (1969) y Bella del Señor (1968).
Argumento
Situada en Ginebra y Francia, en
1936, en una época en que el antisemitismo alcanza en Alemania su paroxismo,
esta novela relata, con lirismo romántico unido a su ironía feroz, la relación
exasperada entre Solal, judío, alto funcionario de la Sociedad de las Naciones,
y Ariane, la aristócrata aria casada con un subordinado de Solal, desde su
encuentro hasta la agonía final, pasando por la conquista, la pasión y la
implacable degradación de los sentimientos.
Para combatir la saciedad, los amantes
recurren a todo tipo de métodos: celos retrospectivos, humillaciones morales y
todas las recetas eróticas; este libro de amor es también un retrato de los
horrores de la carne.
Reseña
Este escritor singular ocupó altos cargos en
organismos internacionales con sede en Ginebra, tarea que le permitió conocer
desde dentro (y aprovecharlas como hábitat de sus ficciones) las glorias y
miserias de la alta burocracia internacional. Cohen fue creando su obra, al
comienzo, en el confinamiento de su parcela burocrática, y luego, en la soledad
de su memoria.
Bella del Señor podría
ser calificada como un libro de la
construcción del amor y su minuciosa destrucción por los celos. Es "una
búsqueda del absoluto a través del amor", pero una búsqueda
conscientemente destinada al fracaso.
La
relación amorosa entre Solal (alto funcionario de la Sociedad de Naciones en
1936; judío, como el autor) y la refinada Ariane (esposa de otro burócrata de
menor nivel y ambición desmedida) tiene tres etapas definidas: la del gozoso
adulterio; la unión estable, rutinaria, casi conyugal; el estallido y la
vicisitud de los celos.
Para
Cohen, el amor es, en más de un sentido, la consagración de la apariencia. El
placer amoroso hereda así una obligada dependencia con respecto a la pericia en
el disimulo, la idoneidad en la hipocresía. Se trata, por supuesto, de un
placer refinado, impecable, casi mundano; un placer que de alguna manera viene
con la etiqueta de su clase y su nivel sociales. Esto no implica que Solal o
Ariane se ahorren ninguna de las posturas y variantes (corrientes o insólitas)
del catálogo erótico de todos los tiempos, pero sí que las lleven a cabo en un
contexto de pulcritud.
Cohen adereza toda esa hipérbole con un
formidable sentido del humor, y el juego amoroso cede la prioridad al menester
de la ironía. Solal se burla no sólo de
su amante, del marido de ésta (el lamentable Didi) o de los subordinados y
colegas internacionales, sino también de sus propias proezas de amor.
Toda la novela es una bofetada conceptual al
esquema romántico del tratamiento amoroso y también a la cursilería que puede
alcanzar la mundanería casi voluptuosa del quehacer diplomático, gracias sobre
todo a un claro dominio del oficio y del lenguaje. La novela tiene pasajes de
notable calidad literaria, entre los que cabe destacar la descripción del señor
Daume o la del entorno judío del protagonista.
Si algo cabe objetar es la aparatosidad
descriptiva y el gigantismo oral en las larguísimas enumeraciones de sexo
explícito, o las repentinas y agobiantes tiradas (cada una de 20 o 30 páginas)
de elucubración poco menos que ensayística, que a menudo frena el devenir
narrativo. La repetición y la insistencia se vuelven particularmente agobiantes
cuando la historia desemboca en la andanada de los celos.
Cohen nunca abandona el solio y la jactancia de autor omnipotente. Su ambigüedad se refleja en el esmerado odio con que manipula el amor, su repulsa hacia sus criaturas. Su relación con sus personajes (salvo cuando se refiere a Mattathias, Comeclavos y el resto del clan familiar y judío) es incriminadora y despiadada, a tal punto que el lector llega a mirarlos con piedad.
Bella del Señor es, sin embargo, una lectura ineludible, porque desarrolla un enfoque inexpugnablemente original del amor. Tanto por el análisis de los celos como por el relato de la seducción o por su pesimismo radical, casi metafísico, respecto al mito del amor puro, Albert Cohen, en esta búsqueda del Absoluto a través del amor, nos ha dejado páginas que pertenecen ya a la leyenda.
Abraham Albert Cohen
(1895-1981)
Escritor suizo de origen griego, descendiente de una familia
sefardita (Coen) y de expresión francesa.
Su obra más conocida es la novela Bella
del señor (1968), gran premio de novela de la Academia Francesa, aunque hay
quien considera Comeclavos (1938) su obra más lograda.
Perteneció a la comunidad judía de
Corfú. Su familia, dedicada a la fabricación de jabón, decidió emigrar a
Marsella cuando la fábrica empezó a decaer y el antisemitismo crecía en la
isla. En Francia fundaron un comercio de huevos y aceite de oliva. El escritor
evocaría ese periodo en Le libre de ma mère.
Inició su educación en 1904 en el liceo
Thiers, un centro privado católico. El 16 de agosto de 1905 es llamado «sucio judío»
en la calle, hecho que relatará en Ò vous frères humains. En 1909 inicia
amistad con Marcel Pagnol y en 1913 termina el bachillerato con la mención
«assez bien».
Trabajó en la Sociedad de Naciones en
Ginebra siendo ésta su principal ocupación. Desarrolló su carrera literaria con
largos periodos de silencio.
Su narrativa es de gran coherencia al
estar centrada siempre en los mismos personajes: Solal y su pintoresca familia.
Enlaces para ver película "Bella del Señor"
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