Cómo surge la novela
La novela se
pudo gestar entre el 2 de diciembre de 2012 y los primeros días de febrero de
2014 en Nueva York.
Octubre de 2013. Muñoz Molina y Elvira Lindo, su
segunda esposa, pasan un mes en Lisboa. Él va a trabajar en una novela de la
que lleva escritas 120 páginas y que nada tiene que ver con todo lo anterior.
Sin embargo, cuando se pone a ello, la memoria y la imaginación se desatan. La
obsesión por Ray —pisar las calles que pisó, leer las novelas baratas que leyó,
fatigar los archivos del FBI— se cruza con su propio pasado y se lanza a
escribir.
Elvira Lindo—cuya presencia atraviesa todo el
relato— fotografió durante meses los escenarios de esa escritura.
Argumento:
“Como la sombra que se va”, afortunado título que procede de
un salmo de la Biblia, cuenta en esencia
dos historias: la de James Earl Ray, el hombre que en 1968 asesinó a Martin
Luther King, narrada casi toda ella en tercera persona. Y la del autor, en
1987, cuando estaba casado, tenía dos hijos pequeños, trabajaba como
funcionario en el Ayuntamiento de Granada e intentaba escribir “El invierno en Lisboa”, al tiempo que
se sentía insatisfecho con su vida privada y profesional. Esta segunda
historia, transcurre también en Granada
y Madrid.
Plaza de Lisboa |
Se trata de
dos huidas a una misma ciudad, la capital portuguesa, que comparte protagonismo
con los personajes principales del relato.
La acción se
centra, sobre todo, en tres fechas: 1968, 1987 y 2012, momento en el que viaja de nuevo a Lisboa para celebrar el
cumpleaños de su hijo (26), acompañado por Elvira Lindo. En este momento
empieza a escribirla. También se alude
tanto a 1991, como al presente narrativo, en el 2014.
Análisis de la obra:
Sería difícil englobar la novela en un género concreto, pues dos historias
distintas se desarrollan paralelamente alternándose a lo largo de los capítulos.
La capital lusitana es el nexo que une ambas
tramas. Muy lograda la recreación de Lisboa a lo largo de distintas épocas.
En
los últimos capítulos nos trasladamos a Memphis, escenario en el que tuvo lugar
el asesinato, donde el autor se atreve a recrear la vida y últimos pensamientos
del defensor de los derechos de los afroamericanos. Resulta pertinente, el
contexto social de esta trama: el `Movimiento de los derechos civiles´ en los
Estados Unidos, la marcha sobre Washington, la lucha por la igualdad y la
tolerancia.
Resulta
apasionante el relato del viaje desesperado y alocado de James Earl Ray por
Lisboa. Inmenso el trabajo de investigación y la pasión con que ha sido llevado
a cabo. Describe a
Ray como un tipo tímido, embustero, sociópata y racista, con una infancia
durísima, víctima –según él- de una conspiración. Su aventura, la de un tipo que
disfruta leyendo novelas de James Bond y enciclopedias obsoletas, adquiere su
sentido cabal si no se olvida la historia de las últimas horas de vida de la
víctima.
El motel Lorraine de Memphis, en el que fue asesinado Martin Luther King, fotografiado por Elvira Lindo. |
Los capítulos más interesantes son los que Muñoz
Molina dedica a hablar de él, de su búsqueda del novelista que siempre quiso
ser y de los peajes que tuvo que pagar para conseguirlo. Abre en canal su
conciencia, su vida y sus sentimientos, y los expone con toda la sinceridad de
la que es capaz al lector. Ciertos pasajes son sobrecogedores por lo que
implican de expiación personal.
Diluida
entre ambas historias, nos encontramos con una reflexión en torno a su
evolución como escritor (en 1987, reconoce, “escribía de oídas”) y el género
novela.
.
Calle típica fotografiada por Elvira Lindo |
Destaca
cómo el autor logra meterse en la piel y pensamientos de los personajes, así
como la minuciosidad con la que se fija en los pequeños detalles. Diferentes
voces, tiempos, lugares y puntos de vista, junto a una prosa soberbia. No ha dejado de producirse un flujo
constante entre realidad y ficción.
Sus
voces narradoras: La voz que se narra a sí mismo, esa primera persona que
designa al autor de El invierno en Lisboa como si fueran dos seres
distintos, el del presente y el del pasado, pero arrastrando un mismo
sufrimiento vital, por momentos parece transformarse también en la conciencia
oscura del asesino de Luther King. Tienen voz Ray y Martin Luther King, aun cuando se
imponga la visión de un narrador omnipresente, que coincide con el autor.
Dos ideas en la novela: la del punto de vista en
las novelas y la del porvenir de las historias que se cuentan, lo que ocurre
con las vidas después del final de esos relatos que leemos.
Primera idea: Muñoz Molina tardó siete años para
encontrar la voz narradora de Beatus Ille (1986), su primera novela.
Por ello no extraña que haga mención de El gran Gatsby, uno
de los grandes paradigmas del punto de vista. Dice Muñoz Molina: Gatsby era un
héroe porque alguien como Nick Carraway lo miraba.
Segunda idea: los relatos tienen un final, una
exigencia cartesiana de orden. Una mujer o un hombre son un relato mientras los
tenemos enfrente; en cuanto se alejan de nuestra existencia, esos relatos han
finalizado, pero sus vidas continúan y
las nuestras también. Por ello tampoco extraña que cite al personaje más
olvidado de la historia de la narrativa universal, Berta Bovary, la hija de los
protagonistas que termina en la novela como obrera.
Lisboa al mar |
La huida,
tanto de Ray como del narrador, por muy diferentes motivos, acaba de manera
desigual. La del americano, tras no lograr un visado para Ángola, Rodhesia o
Biafra, lo empuja finalmente a ser condenado, muriendo en 1998 en la cárcel.
Mientras que nuestro autor, después de retratarse como un ser inmaduro, egoísta
y sombrío, consigue llevar en adelante una nueva existencia, armónica y feliz
en lo privado, gozando del éxito literario de El invierno en Lisboa.
Un fragmento de una entrevista realizada al autor:
PREGUNTA. ¿Cuenta con que el lector puede sentir
empatía con el asesino? Aislado y perseguido, a veces uno casi desea que se
vaya a Rodesia y lo dejen tranquilo.
R. Tú quieres
comprender. Sobre todo cuando se trata de gente de la que tienes mucha
información, pero de la que te falta la información fundamental porque Ray
nunca confesó. Sientes un profundo rechazo a lo que hizo. La novela como arte
tiene la pasión por mostrar, quiere mostrarlo todo desde todos los puntos de
vista.
P. Visto tan de cerca, el asesino es
un tipo maniático pero educado. También Martin Luther King era normal.
El malo no es el demonio y el bueno no es un ángel.
R. El
bueno es una persona extraordinaria que se ha visto llevado por las
circunstancias. Y eso lo hace más interesante. Lo curioso de King es que se
convirtió en un héroe porque lo mataron. En 1968 estaba siendo muy contestado.
En esos meses es un hombre cansado y asediado: por la izquierda, por los
Panteras Negras. Para unos es un burgués traidor; para otros, un extremista
peligroso.
P. ¿Al escribir pensaba en un hipotético lector
americano? Martin Luther King no significa lo mismo para un europeo que para un
estadounidense.
R. Hay una cosa que he aprendido y es que el
lector de literatura se parece mucho universalmente. El texto final lo sometí a
un lector cualificado americano para evitar meter la pata en cosas que son mucho
más delicadas para un americano que para un español. Cuestiones raciales, por
ejemplo.
P. Todos los personajes son reales, ¿por qué no es un libro de no ficción?
R. Pues no lo
sé. De lo que estoy seguro es que cualquier elemento de ficción colocado en un
texto lo convierte todo en ficción. ¿Por qué esto es ficción? Porque me atrevo
a hablar desde el interior de la conciencia de los personajes. Lo que cuento
está muy contrastado, pero no sé si estaban pensando lo que yo digo que estaban
pensando. ¿Y sabes lo que es más ficción? El todo. Ficción no es solo inventar,
ficción es organizar de una cierta manera. Muchos rasgos que se dice que son de
la novela de ahora han estado ahí desde el Quijote. El límite es borroso entre lo inventado y lo no
inventado.
P. El libro tiene mucho de examen de
conciencia cuando habla de 1987. Queda usted bastante mal en su autorretrato.
“Ahora es cuando siento vergüenza”, llega a decir.
R. Es que es así. La novela surgió de esa
contraposición repentina. Me dije: estuve aquí hace muchos años, en un viaje
medio furtivo con este niño, que ahora tiene 26 años, recién nacido. Fue
saliendo esa parte y muchas veces era difícil, pero si quieres ser honrado hay
cosas que tienes que contar. Para que tenga sentido la construcción total.
P. ¿No es arriesgar mucho?
R. No. Una de las cosas que he aprendido en
Estados Unidos es que se puede escribir con franqueza sobre la propia vida, y
que ese ejercicio puede ser valioso. En un capítulo cuento que de repente me
suceden cosas que no me hubieran sucedido si no hubiera escrito El invierno
en Lisboa y que cambian mi vida, pero las personas no somos solo
literatura. Tiene un riesgo literario no ya por cómo será juzgado, sino porque
puede no sostenerse.
Antonio Muñoz Molina
Nacido en
Úbeda (Jaén), estudió Historia del Arte en la Universidad de Granada y
Periodismo en la de Madrid. Sus primeros escritos fueron artículos
periodísticos que en 1984 recogió en su primer libro publicado, El Robinsón
urbano. En su primera novela, Beatus ille (1986) ya aparece su
ciudad imaginaria, Mágina, que se convertirá en un lugar común en sus obras
sucesivas. El invierno en Lisboa (1987) mereció el Premio de la Crítica
y el Nacional de Narrativa, que volvió a recibir en 1992 por El jinete
polaco (Premio Planeta, 1991). Beltenebros (1989) es un claro
ejemplo en el que se narra una acción de intriga y amor en el Madrid de la
posguerra con trasfondo político. Madrid es otro de sus temas recurrentes como
lo demuestran sus novelas Los misterios de Madrid (1992) y El dueño
del secreto (1994). En 1995 fue elegido académico de número de la Real
Academia Española.
Premio de la
Crítica (1987)
Nacional de Narrativa (1988,1992)
Planeta (1991)
Fémina Extranjero (1998)
Mediterráneo (2012)
Jerusalem (2013)
Príncipe de Asturias (2013)
Nacional de Narrativa (1988,1992)
Planeta (1991)
Fémina Extranjero (1998)
Mediterráneo (2012)
Jerusalem (2013)
Príncipe de Asturias (2013)
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